ÉL. ¿Te has leído ya la novela?
ELLA. ¿Cuál?
ÉL. Esa que te pase, la de Cercas. Las leyes de la frontera.
ELLA. Buf, empecé pero me está costando un montón. A mí lo de los quinquis no me va.
ÉL. No va sobre los quinquis.
ELLA. Hombre, no, me dirás entonces lo que es el Zarco.
ÉL. Sí, claro, el Zarco es un quinqui. Pero la novela no va tanto sobre el Zarco sino sobre la vida y sobre su reconstrucción a partir de la ficción.
ELLA. ¿Ves? Eso es lo que me harta de ti. Siempre intentando buscar tres pies al gato.
ÉL. O cinco, si es preciso. Tú siempre me habías dicho que veías las cosas en tres dimensiones y que yo las veía en dos. ¿En qué quedamos?
ELLA. Pues no sé en qué quedamos, qué quieres que te diga. Quedamos en que me canso de las formas en las que miras. Unas veces lo haces de forma estrábica, otras de forma pacata, otras de forma ambiciosa, otras no miras y otras te empeñas en ver con los ojos cerrados. Así te va.
ÉL. Nos estamos desviando del tema, de la novela. No te puedo avanzar nada, pero es una novela que no puedes no acabar. Porque todas las novelas se cierran pero a veces hay que leer las novelas hasta al final para ver cómo se abre la ficción y la realidad.
ELLA. A mí déjame, que ahora estoy muy tranquila viendo series ligeritas con crímenes de por medio. Me pongo a ver un capítulo de Bones o de Castle y santaspascuas.
ÉL. Vaya porquería. Las parejitas de forense y poli o de poli y escritor. Qué lindo.
ELLA. Sí, vaya porquería, sí. No son las series selectas que contempla con deleite el señor experto.
ÉL. ¿Alguna queja?
ELLA. Pues no. O sí, mejor sí, una. ¿Te has dado cuenta de que la mayor parte de las ficciones que te gustan tienen a un personaje individual, uno que lucha él solito contra el mal, contra los elementos? ¿No te dice eso algo, no te suena, no te afecta?
ÉL. Espera que me lo piense… No.
ELLA. Me lo imaginaba.
(Imagen de Thomas Leuthard. Entrada perteneciente a la serie Diálogos.)