Reconozcámoslo: molaría. Nos liamos la manta a la cabeza. La liamos parda. Sacamos el AK-47 del altillo del armario. Nos ponemos el pasamontañas y no porque tengamos frío. Afilamos la katana hasta que corte un pelo de forma longitudinal. Sacamos toda la rabia de dentro. Inyectamos nuestros ojos con el colirio de la sangre. Y ya está. No necesitamos más que una bomba bien puesta y en el lugar preciso. Es la solución para todos nuestros problemas, personales y colectivos. Molaría, quizá.
En tiempos turbulentos, sin embargo, quizá sea bueno pararse a pensar y convertir la exigencia en una pregunta.
(Imagen tomada en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera durante las vacaciones.)
la violencia siempre es peor que la esperanza.
biquiños,