Comenzamos con las manos en la masa. Con harina en la masa misma. Con harina en el rodillo y en la tabla, para que no se pegue. Harina en las manos, frotadas conciencudamente.
Cogemos un bloque de masa, hecho una pelota. Lo pasamos de mano en mano. Lo posamos en la tabla. Lo apretamos con la mano y, poco a poco, vamos pasando el rodillo con determinación pero con dulzura, con fuerza pero sin extenuación.
Comenzamos el curso con miles de proyectos hechos ingredientes, que pondremos encima. Con miles de ilusiones, que calentaremos a 180 grados. Con la esperanza de ver un buen resultado: ni demasiado crudo, ni demasiado quemado.
(Imagen de Laura de Mingo.)
es difícil conseguir el resultado perfecto, aún cuando empleemos ingredientes «casi idénticos», porque la harina nunca es la misma, ni el aceite… incluso el rodillo se va desgastando con el uso… así que me quedo con el deleite de la realización, independientemente del resultado final.
biquiños,