Decimos que buscar es, sin duda alguna, mucho más importante que encontrar. Nos dirán que la satisfacción de hallar, por muy grande que sea lo encontrado, es efímera frente a la perseverancia de la búsqueda. Pero quizás sería mejor decir que buscar es más enriquecedor si se ignora el resultado o si este es incierto. Lo otro no deja de ser un sota, caballo y rey sin demasiadas expectativas, como el manido chiste de las setas y el Rolex. El efecto ha de estar tan alejado de la causa como sea posible, para que las ganas, la intensidad y el azar –¿por qué no?– mediaticen y enriquezcan la búsqueda. Para que buscar sea engordar en conocimiento y en experiencias. Y esto vale en la vida y en todo lo demás, aunque buscar tiene el peligro de encontrase, también, a uno mismo ¿Y si no se encuentra nada? Se sigue buscando o descubres que has encontrado ya: la búsqueda misma.
(Imagen de Ana Guzzo.)
De acuerdo en que buscar, en sí mismo, es un proceso que vale la pena.
De crío leí en un libro algo que me llamó la atención y que suelo tener presente: hay que buscar las cosas donde uno cree que están y también donde uno cree que no están, porque con frecuencia están precisamente ahí y a veces no encontramos precisamente lo que buscábamos, pero encontramos otras cosas.