Es genial tener ideas geniales. Los políticos suelen tener muchas de estos planteamientos: el otro día, le tocó a nuestro querido ministro de Industria, Energia y Turismo, José Manuel Soria, que recomendaba a los españoles que pasasen las vacaciones siempre en España. De esta genial recomendación se desgranan geniales particulares: que es mejor elegir España que playas a más de 40 grados o inundadas de mosquitos, que tenemos lugares y paisajes heterogéneos, con gran oferta gastronómica… La genialidad no es privativa, mal que nos pese, de un ministro español: algunos medios británicos, bien a través de noticias, bien a través de la publicidad, desaniman a sus ciudadanos a viajar al infernal e inhóspito Benidorm (cosa con la que estoy totalmente de acuerdo con ellos: ¡qué cosa más fea, por Dios!) y se refresquen con el verde de sus campiñas y enturbien su hígado dándole al té mañana, tarde y noche.
Estamos todos de acuerdo en que la cosa está chunga, en que hay que hacer piña, en que la autarquía al poder para recordar tiempos remotos (¿era cierta la anécdota de que se pinchaban las ruedas a representantes de la ONU en la España franquista diciendo que los coches eran suyos pero el aire era nuestro?) Se nos fue el negocio inmobilario en forma de burbuja y el turismo se convierte en una necesidad resistente de la que tendría Viriato tendría que sentirse orgulloso.
Mezclar españolismo y etnocentrismo se convierte en algo tan familiar como rancio para todos los que queremos tener memoria. Pero no tiene que preocuparse el ministro: los españoles se tienen que quedar en España (eso sí, el restro de extranjeros del mundo mundial tienen que venir aquí a disfrutar del sol sin calor y sin mosquitos), por supuesto (por su puesto). Luego los presidentes de las comunidades autónomas recomendarán que no salgamos de la región, los presidentes de las diputaciones que no salgamos de la provincia, los alcaldes que no salgamos del municipio y la cartera menguada de los españoles, al fin, dictará que ni siquiera podemos salir de casa.
No obstante, como recordaba hoy oportunamente Alejandra Agudo, la torre Eiffel está en París, si José Manuel Soria no lo remedia. Y viajar por España es extraordinario, pero llegar a conocer otros lugares y otras culturas es también magnífico. Como España, el mundo es ricamente diverso en la gastronomía, los paisajes y entornos que aconseja Soria en España. Por otro lado, tampoco hemos de obsesionarnos: los españoles acabaremos conociendo otros lugares gracias a la obligación que tendremos de salir pintando de una España que se resquebraja; los inmigrantes, a su vez, sentirán la necesidad de consolarse en su enfermedad en sus lugares de origen. Y, además, si queremos conocer lo que hay fuera, en la Polinesia, en México, en China o en el Lejano Oeste… siempre podremos ir a Port Aventura, parque en el que, gracias a sus montañas rusas, sabremos a ritmo de subidas y bajadas lo que es la prima de riesgo. Eso sí que mola.
(La fotografía pertenece a laprovincia.es, Diario de las Palmas.)
también comentamos en casa el tema, que tiene guasa… y yo apostillé lo mismo que dices al final, que no es que es conveniente no salir al extranjero… es que es IMPOSIBLE salir al extranjero, y casi salir de la región.
biquiños,