Estaba tan pendiente de encontrar ideas para esta entrada que, por eso mismo, he estado a punto de no escribirla. En los días pasados, le di vueltas a la cosa: que si una entrada «bomba», que si una de las series de este blog para una entrada (diálogo, blogólogo interior, canciones prosificadas…). Ayer, en unas horas de insomnio, maquiné un «fragmento para una teoría del caos» en el que se añadía a la lista un nuevo personaje, que era el que narraría esta entrada… Pedí consejo a través de las redes sociales y me llegaron a aconsejar no que no escribiera nada, sino que escribiera NADA así, con mayúsculas.
Y sigo uno de esos consejos para hacer una entrada en la que no cabe la ficción ni la reflexión, sino un balance. Aunque inicialmente empecé con Verba volant bajo la plataforma de Blogger –conviene decir también que hubo otros conatos de blog con ese nombre, ya casi perdidos–, enseguida me trasladé a un dominio propio, URBINAVOLANT.com, del que este blog es parte. URBINAVOLANT es un proyecto en marcha todavía no extendido en todas sus ramas. De momento, acoge con ilusión también mi trabajo como profesor universitario (y antes, también, como profesor de secundaria y bachillerato). Tendrá, en el futuro, otras cosas, pero no quiero anticipar nada que me comprometa.
La primera entrada del blog tenía como título «Empezamos este cuaderno de bitácora…con el nombre». Desde el 19 de agosto de 2007, la palabra blog ha triunfado y yo me he unido a ella. No obstante, reconozco la predilección que tengo por la expresión cuaderno de bitácora: el cuaderno de navegación que se guarda en un armario justo al lado de la brújula de un barco. Pocos elementos son tan significativos para entender lo que es este blog como el cuaderno de navegación o la brújula. Cuaderno sobre el que se reflexiona sobre los rumbos; brújula como elemento externo que apunta los destinos en relación a su origen magnético.
Con el tiempo, ha cabido de todo: las ficciones y reflexiones que apuntaba más arriba. Todo ello, siempre, bajo el punto de vista personal, con los mecanismos del ego-hic-nunc (yo, aquí, ahora). No es una cuestión de egocentrismo, sino de perspectiva. Al principio, primaban más las reflexiones. Después, la ficción fue dando bocados a todo lo demás en elementos mucho más conectados entre sí de lo que cabría esperar en una lectura superficial. Porque un blog no es una suma de elementos inconexos (o, al menos, yo no lo concibo así). Incluso cuando yo mismo lo creía, sabias aportaciones externas y reflexiones propias a posteriori me han enseñado a verlo de otro modo. Tanto es así, que algunas series, que se ven desde un lado más o menos frívolo, pueden tener interpretaciones de más calado. Creo.
¿Qué me ha enseñado el blog? Son tantas las cosas que he aprendido que no caben en una entrada con vocación sintética. En resumen, me ha servido para descubrir el poder catártico de la escritura, que yo creía mera teoría. Me ha demostrado también que soy capaz de escribir mucho. De ese mucho, he aprendido a deslindar lo que le gusta a los demás y lo que me gusta a mí. De 900 entradas, estoy razonablemente contento con unas cuantas.
También he conseguido conectar con otras muchas personas. Gracias a este mundo, he conocido a unas cuantas personas que merecen mucho la pena. También es cierto que, en un momento dado, decidí dar un giro para salirme del círculo cerrado en el que los blogs a veces se convierten para abrir una espirar en la que Burgos sigue siendo un elemento de referencia, pero en el que ya hay bastante más lectores de Madrid o de Barcelona. Contemplo con sorpresa que me han llegado amables palabras sobre mi trabajo desde muchas localidades de España y, con más sorpresa todavía, de muchos otros lugares de fuera, con Argentina, México, Chile y Estados Unidos a la cabeza. Qué es lo que personas tan distantes entre sí han llegado a ver en unas palabras que vuelan es la pregunta que, sinceramente, aún no estoy preparado para responder.
En el último año, el número de entradas ha descendido. Reconozco que me he encontrado, a veces, desbordado de trabajo y, en otras ocasiones, yermo de ideas. Esto me llevó a pensar muchas veces a abandonar, cosa que no pienso a hacer. Tengo nuevos proyectos y, sobre todo, palabras que quiero seguir impulsando por el aire para que alguien las junte y les dé todo su significado.
Sería tremendamente injusto si no agradeciese a algunas personas el impulso que me dieron para que este blog viese la luz. Lo sería también si no diese las gracias a los seguidores fieles, discontinuos o esporádicos (algunos se manifiestan en los comentarios, otros a través de las redes sociales, otros utilizando el correo electrónico y muchos más con el silencio). Del mismo modo que algunos quisieron poner piedras en el camino, han sido muchos más los que lo allanaron con sus ánimos. A los más fieles y que me siguen preguntando, les digo que Chipirón sigue viva. Me da tantos palos que prefiero mantener sus comentarios en silencio, pero reconozco que tiene algunos partidarios a los que les repartiré próximamente alguna dosis de su dulce veneno.
He retraso tanto esta entrada que casi la hago coincidir con los cinco años de vida de Verba volant, pero me he desperezado y me comprometo a celebrar, también, este quinto cumpleaños. Gracias a todos los que estáis ahí.
(Imagen de Julen Landa.)
5 años y 900 entradas. Qué maravilla haberte acompañado en la singladura, querido Raúl. Perdona el retraso, pero he estado desaparecido en mis propios mares.
Un abrazo.
¡Felicidades! Y gracias por los ratos disfrutados. Los visitantes van bajando, porque creo, que los buenos tiempos para los blogs y para las agencias de viajes han pasado (ambos sobreviven, pero de milagrito o casi).
no sólo puedes escribir mucho, sino que además da gusto leerte.
formo parte de ese grupo del resto de España, en este caso de A Coruña.
biquiños y agradecida,
Recibo tu agradecimiento pese a ser una de tus últimas seguidoras, y aprovecho para darte las gracias a ti, por este blog y por tus otros proyectos que he tenido el placer de disfrutar 🙂
Espero impaciente tu quinto cumpleaños!