ÉL. Pero que quede clara una cosa: no decir es decir.
ELLA. Sí, ya. Ahora resulta que tienes mil no-entradas en este blog. El silencio como excusa.
ÉL. No como excusa, sino como refugio. No-juntar-palabras por voluntad es, a veces, mejor que juntarlas-mecánicamente.
ELLA. Lo que te digo. El genio de los silencios.
ÉL. O el paraíso de no jugar a las mentiras.
ELLA. Eres el maestro de dar la vuelta a las cosas. Y, mira por dónde, siempre en tu propio beneficio. Me quito el sombrero. O el cráneo. O las meninges… y volvemos a lo de la conversación anterior.
ÉL. ¿A cuál?
ELLA. Déjalo. Para tener memoria hace falta tener cabeza.
ÉL. Para tener memoria, sobre todo, hay que tener vida, experiencia. O mejor, imaginación, ganas de juntar cosas para inventarnos el pasado. Para recurrir al tópico como medio de subsistencia y de coexistencia.
ELLA. ¿De coexistencia?
ÉL. La coexistencia es la convivencia del espíritu anacoreta.
ELLA. No eres más tonto porque no puedes.
ÉL. Sí, aún puedo ser mucho más tonto. Y puedo pensar en que la memoria es la mayor de las mentiras, el lugar inexistente donde subyace todos los trazos con el que queremos construir el paisaje de nuestra vida.
(Fotografía de Alberto Urbina.)
Aldabra, Magdalena: es muy curioso que cuando hablemos de la supuesta verdad de la memoria hablemos de una mentira, en efecto.
yo también quiero destacar lo de la memoria pero me gustaría pensar que es una mentira inconsciente, es decir, nuestros recuerdos nos engañan por sí mismos sin que nosotros (nustro yo consciente) podamos influir en nada.
la frasecita de la coexistencia tiene mucha miga… hay que pararse a pensar en ella.
biquiños,
Una gran verdad lo de que la memoria és una gran mentira. A veces tan dulce que cuesta deshacerse de ella