Enseñemos a los niños a seguir un buen camino, enseñemos a los niños todo el caudal de belleza que habita en su interior, démosles una buena dosis de autoestima para que recorran el camino de forma más fácil. A fin de cuentas, los niños son nuestro futuro y su risa nos devuelve en presente todos los días pasados, toda la felicidad de cuando éramos como ellos. Todos necesitamos un modelo, a alguien en el que reflejarse primero y proyectarse después.
Desgraciadamente, yo no tuve esa suerte: no tuve a nadie que me viese por dentro, que viese a través de mí todos los recovecos en los que proyectar luz. Me tuve que construir un lugar solitario en el que habitar, en el que aprender de mí. Por eso, decidí hace mucho tiempo que no caminaría nunca a la sombra de nadie. Si fallo o si tengo éxito, viviré –al menos– como creo que debo vivir, como creo que se debe construir una vida (mi vida). Podrán arrebatarme todo lo que poseo, pero no podrán nunca quitarme la dignidad. He aprendido, entre mis luces y mis sombras, que el amor más grande de todos me está pasando a mí. He logrado encontrar el amor más grande de todos en mí, aprendiendo a amarme con toda la dulzura de las caricias del universo.
Si, por los azares del destino, llegas a un sitio solitario y no al lugar con el que tanto has soñado, vuelve a apretar los puños y encuentra tu fuerza en el amor, ahora que sabes que es posible encontrar ese amor. El más grande de todos.
(Versión prosificada y libremente modificada de «Greatest Love of All», una canción de Whitney Houston de 1985. Ahora que Whitney se nos ha ido, ahora que somos conscientes de que todo lo que le faltaba nos faltará a nosotros.)
Precioso