Hace cosa de un mes, escribía sobre una entrada sobre el libro electrónico y la poca previsión de la industria electoral. La tienda de Amazon ya tiene su sección española y muchos españoles han decidido regalar o regalarse un aparato para leer libros electrónicos gracias a que esta tienda vende un magnífico modelo, la última versión de Kindle, por 99 euros. Insisto en lo que comentaba entonces: muchos usuarios se compran el aparato y luego emprenden la búsqueda de libros para comprar. Probablemente, muchos de esos lectores no son conscientes de lo mucho (o lo poco, según se mire) que ha cambiado el panorama editorial español con respecto a ediciones electrónicos. Por decirlo de manera fina, podemos decir que las editoriales españolas no han decidido cambiar su política comercial, sino que las iniciativas de Amazon les han obligado a cambiarla o, al menos, a intentarlo. (Antes de entrar en otros detalles, diremos que, hace meses, en lo que se refiere a la edición en papel, ya podía darse la paradoja de que un libro editado en España costaba más barato comprado desde Estados Unidos (portes incluidos) que comprado en la librería de la esquina.)
Antonio Fraguas (hijo) publicada el otro día en El País un artículo titulado «Guerra abierta por el precio del libro». Un resumen rápido del mismo podría ser que las editoriales españolas han tenido que espabilar –o, al menos, tienden a pensar que algún día de estos, antes de llorar, tendrán que espabilar– ante la política de precios de la gran tienda en Internet por excelencia. De hecho, leemos hoy, también en El País, que Anagrama decide anticipar en unos días la salida de la última novela de Paul Auster en formato electrónico a un precio inicial y temporal de 11 euros, que será de 15 dos semanas después. Cada uno es muy libre de poner el precio que quiera a un libro, pero ¿no resulta un poco cara una edición electrónica por 15 euros en comparación con los costes que entraña una edición en papel? En definitiva, que me temo que esa guerra de las editoriales será, a la postre, una batalla perdida porque ganará Amazon. Y el triunfo no vendrá de ser un mastodonte que devora todo lo que le rodea, sino de alguien que ha decidido desde hace mucho tiempo hacer las cosas tirando a bien (en los pedidos de libros en papel, un libro puede llegarte de Estados Unidos o Alemania en tres días, como tuve ocasión de comprobar personalmente con un pedido realizado el día 3 de enero que me llegó el día 5, a un precio extraordinario).
Pero todo eso son batallas. Al libro electrónico, para ganar la guerra del negocio, le quedan unos cuantos detalles. Un ejemplo: me decidí estas Navidades a regalar un libro a un familiar. Compré religiosamente el libro, que quedó descargado en tres segundos en mi ordenador. Cuando quise grabarlo para mandárselo por correo electrónico, me di cuenta de que tiene una protección que imposibilita que lo lea alguien desde un dispositivo electrónico que no sea mío. ¿La conclusión? Tuve que descargar una edición pirata para que poder regalársela.
Yo sigo insistiendo: o convertimos el comercio de libros en algo agradable y fácil (además de económico) o, cuando nos despistemos, no encontraremos a nadie en este mundo que quiera comprarlos. Decidirá, simplemente, leerlos.
Tienes mucha razón, como siempre que hablas de este tema. A mí se me ha quedado grabado lo de los 15 euros… A veces me cuesta pagarlos por una edición en papel… Qué cara es la cultura, leñe!