La cara que no consigo olvidar. El rastro del placer o del remordimiento. Mi tesoro o el precio que tengo que pagar. La canción que el verano tararea o el frío que acompaña al otoño. Infinidad de cosas diferentes: la bella o la bestia, la escasez o la demasía, el arrastre hacia el cielo o la conversión en el infierno. El espejo en el que contemplo los sueños, la sonrisa reflejada y retratada en la superficie de las aguas. Lo que parece ser y lo que no es, lo que no es y lo parece. Los ojos de recovecos tan íntimos cuando se lamenta, cuando llora. La vuelta del pasado, la presencia del ahora, la llegada desde el mundo de las sombras. Todo lo que tendré presente hasta el día en que me muera. La razón para sobrevivir. La asunción de sus risas y de sus lágrimas. El significado de todas las cosas que habitan por debajo de los cielos.
(Versión prosificada y libremente modificada de «She», de Elvis Costello, en una tarde en la que, sin querer, me acordé de Notting Hill.)
Buenas noches, Raúl Urbina:
Dejo la canción She en la versión de Elvis Costello, aunque en el recuerdo la mantengo en la voz de Aznavour.
Las zapatillas de la foto, piden que las recojan del suelo.
Saludos
Extraño experimento… pero te ha quedado muy bien 😉
La delicia de estar vivo, aunque a veces eso implique sufrimiento