En el programa de Redes emitido por TVE ayer, Eduardo Punset siguió charlando con Ken Robinson sobre la creatividad. Aunque algunos de los seguidores de mi cuenta en Twitter ya han visto otra intervención de Robinson titulada «Las escuelas matan la creatividad» (1 y 2), recomiendo a todos los que no la han visto que escuchen con atención esta entretenida y genial charla (Robinson es un gran conferenciante).
La creatividad es uno de los campos que más me interesa y que considero más relacionado con el progreso en el conocimiento y con la constitución misma del ser humano. Me ha gustado la entrevista con Ken Robinson y el programa en general porque explica de manera muy sencilla pero profunda la importancia que tiene la creatividad no solo en el campo científico y artístico, sino en todos los terrenos de acción humana. La creatividad es algo que todos nosotros podemos aplicar en la esfera de nuestro trabajo y de nuestras aficiones. Un ámbito de nosotros mismos que se tiene, pero que también se aprende y se desarrolla. Una oportunidad para aprovechar todo lo que somos y podemos ser o una pérdida tremenda social y un desgaste personal. De todo el programa, entresaco alguna de las frases y reflexiones que me han interesado.
La primera de ellas es que para desarrollar la creatividad de un niño y lograr entresacar todo su potencial, no hay que manejarse con los prejuicios de los padres ni de la escuela sobre la generalidad, sino que tenemos que partir de la observación de las cosas por las que los niños se sienten atraídos y las que le causan rechazo. Robinson hablaba en la conferencia antes reseñada de un caso de una niña que no podía parar quieta en clase y que acabó siendo una extraordinaria bailarina y en la entrevista con Punset habla de Bart Conner, un niño que tenía extrañas habilidades atléticas que su madre no cercenó sino que favoreció apuntando a Bart a un gimnasio: Bart acabó representando al equipo de gimnasia de EE. UU. en los Juegos Olímpicos de Montreal.
La imaginación y la proyección de futuro es una parte importante de nuestra existencia. Es una cosa que se valora cuando somos niños y que la sociedad, la familia y nuestra propia evolución personal nos hace ir delimitando y mediatizando para potenciar aspectos más racionales y prácticos. Se nos educa también enfocando nuestra vida y no enseñándonos que el fallo y el error es una parte importante de nuestro desarrollo. Como se dice en el programa, «tropezar nos conduce, a menudo, a una gran idea» (o, en otro momento, el fallo te hace ir descubriendo lo que no funciona».
Pueden establecerse cuatro pasos para ser creativos: el primero, escoger aquello que más nos motiva; el segundo, ser conscientes de que la pasión es el motor de nuestras vidas y el mundo; el tercero, ser conscientes de que no existe mejora sin esfuerzo y sin disciplina; y, por último, arriesgarse. Aquí podemos apreciar que la creatividad no es una idea peregrina y «genial» que llega a nuestra cabecita, sino que, como «proceso de generar ideas originales que aporta un valor», cada individuo tiene que trabajar con un material básico como punto de partida y debe saber controlar los materiales con los que trabaja, sean esto los que fueren. Y, después, una vez en posesión de esos elementos y herramientas, puedes adoptar una visión diferente (y, por lo tanto, nueva, sea en la combinación que sea) de las cosas.
En el programa, nos hablan sobre la creatividad panaderos, peluqueros, científicos y profesores. Todos ellos tienen en común un conocimiento lleno de pasión y, por lo tanto, lleno de diferencia. Todos ellos tienen una óptica de las cosas distinta a la convencional. Y, como principio y fin, todos están inmensamente contentos desarrollando su trabajo.
Y ahora la pregunta: ¿por qué el mundo está lleno de padres que desean que sus hijos sean, sí o sí, unos adinerados y frustados profesionales después de cursar, sí o sí, unos estudios que nos les conducen a desarrollar su potencial? ¿Y si nos empezamos a fijar, como padres y educadores, en los matices con los que esos niños pueden colorear el mundo?
(Imagen de Etringita.)
No había leido esta entrada =). Sinceramente creo que la gran parte del potencial de muchos jóvenes es desaprobechada e infravalorada por padres, tutores, profesores, compañeros… y a pesar de todo aunque perdamos la mayor parte, siempre hay un mínimo porcentaje que consigue salir adelante y desarrollar su talento, ya sea el caso de un genial filósofo, escritor o el de un chico capaz de andar con las manos cuyos padres decidieron apoyarle.
El motivo por el que los padres quieren que sus hijos sean adinerados y frustrados es que puedan llevarse un trozo del pastel. Puede que nos parezca que el mundo y las personas evolucionan y se vuelven tolerantes, pero no estamos tan lejos de cuando si un hijo te salía artista era la oveja negra de la familia…