ELLA. Lo que pasa es que parece que te has caído de la higuera. Te quejas de todo, pero yo te veo mucho mejor que antes. ¿No ten cansarás de llorar y de lamentarte? Hijo, que lo del valle de lágrimas ya parece una pose más que una convicción.
ÉL. Se habla muy bien desde un pellejo ajeno, eso te lo aseguro.
ELLA. ¿Pero no puedes vivir en el día a día? ¿Tienes necesariamente que vivir pensando siempre con cuatro pasos de adelanto? Qué angustia, hijo mío.
ÉL. No sigas por ese camino, que me agobias.
ELLA. ¿Lo ves? Que si te agobias, que si te cansas, que si la madre que lo trajo. ¿Es tan difícil vivir sin pensar? No, no quiero decir una vida irreflexiva; quiero decir una vida menos reflexiva. O menos introspectiva, no sé. Parece que quieres hacer el papel de poeta maldito para que luego escribir una novela.
ÉL. Las novelas que me gustaría ver escritas no se inspirarían en el reflejo de lo que uno quiere ser, sino en la sombra de lo que se desea. El deseo es motor e impulso. Pero sí, molaría una novela, ahora que lo dices.
ELLA. No, si lo que me faltaba. Y yo que lo decía de coña y ahora doy ideas. Pues no tengo yo bastante con intentar ver algún sentido en el blog ese que escribes. Es que me pregunto: ¿no se puede escribir así normal, con verbo y predicado, con un argumento, no sé, con diálogos bonitos que no sean contrarréplicas? O podías escribir algo relacionado con lo tuyo. Igual te daba dinero.
ÉL. Yo creo que escribo de lo más normal. Igual no es un problema de escritura: a lo mejor es un problema de lectura.
ELLA. No sigas por ahí, que acabas tirando balones fuera, como siempre.
ÉL. Oye, pero eso de los diálogos mola. Seguro que mediante los diálogos se puede atisbar algo del alma humana. Así, sin narrador, ni introducciones, ni chorras en vinagre.
ELLA. Sí, hijo, pero no esos diálogos que te cascas en el blog.
ÉL. Calla, que ya lo veo. El diálogo como enigma y no como revelación, como secreto y no como epifanía. Contradicción para llegar a todas nuestra mentiras.
ELLA. Ya le hemos cagado.
(Imagen de B-82.)