No soy muy amigo de las teorías psicológicas que yo denomino «iluminadas», pero hay ciertas corrientes bastante serias en la actualidad de la denominada psicología positiva, que tiene a Martin Seligman como uno de sus representantes más destacados (también contamos, en el ámbito español, con Luis Rojas Marcos). En el ámbito español, pese a ser muy divulgativas, me encantan las intervenciones de Elsa Punset en El Hormiguero. En uno de estos programas, Elsa Punset hace unas reflexiones muy generales pero muy apropiadas en torno a la búsqueda de la felicidad y se afirman cosas como que, cuando estamos tristes, nos obcecamos en ver solo una parte mísera de la realidad pero olvidamos otras cosas positivas que hay a nuestro alrededor porque, en el fondo, quizás no vemos las cosas como son realmente, sino como el cerebro nos dice que son (somos muy obstinados en nuestras percepciones). En ese mismo programa Elsa Punset nos brinda un consejo muy simple para «educar» a nuestro cerebro a ver las cosas buenas de la vida poniéndonos a la tarea de hacer una lista diaria con las cosas positivas que nos han sucedido a lo largo del día.
Esto es lo que me propongo hacer explícitamente en el blog de vez en cuando. Empezamos con cosas que me han sucedido entre ayer y hoy. Son pequeños detalles, pero quizá mi cerebro empiece, paulatinamente, en percibir los colores y no sólo el blanco y, sobre todo, el negro.
- Entre un tumulto de obsesiones y pensamientos tristes, se me ha ocurrido un chiste muy malo con el que me he reído a mandíbula batiente.
- He presenciado una pequeña conversación en torno a cuestiones importantes de la Universidad y he visto que el mundo, al menos de momento, sigue funcionando.
- He salido a correr y, pese a una temperatura gélida, he disfrutado con un sol temprano que iluminaba el camino y con el que las ramas de los árboles hacían formas maravillosas.
- Pensando en mi salud, he comprobado que últimamente las cosas van sobre ruedas, sin ninguna lesión a la vista.
- Me ha gustado detenerme en preparar a mi hijo el desayuno: leche caliente con cacao y galletas. Hoy no me lo he tomado como una obligación, sino como un regalo.
- Pese a tener mucho trabajo acumulado durante estos días, me senté frente a la televisión para disfrutar de un capítulo de Fringe.
- Pensando en esta serie, tengo que dar las gracias a las personas que me aconsejaron insistentemente para que no me la perdiese.
- Tuve la suerte de relacionar unas cuantas ideas que tenía perdidas para un trabajo de investigación que tengo pendiente.
- Disfruté cenando una ensalada y un plátano, y no me asaltó la necesidad compulsiva de empapuzarme después con miles de galletas.
- Fue cerrando los ojos paulatinamente, dejándome vender por el cansancio más que por las preocupaciones. La pasada noche no hubo monstruos.
(Imagen de Elisa Deljanin.)
¡Me ha gustado mucho este post! Así tiene que ser, querido Raúl, ya verás que no todo es tan negro en la vida. Por cierto mi hija trabaja en la producción de «Fringe». La ruedan en Vancouver que es donde está ella ahora (antes vivió en Londres). Besotes, M.
Somos animales de constumbres hasta para nuestros pensamientos. Si te obligas durante unos cuantos días a ver el lado bueno de la vida, al final se convierte en hábito. El optimista nace, pero sobre todo se hace. Si te regodeas en lo negativo, tu percepción llega a distorsionarse y omite cualquier hecho o experiencia satisfactoría.
Ya lo había medio vislumbrado varias veces, pero no llegaba al meollo del razonamiento, en el Camino no sólome lo explicaron, sino que me lo demostraron (casi científicamente).
De todas formas, en mi opinión, lo de correr ayuda mucho. A nivel físico estoy para hacer «caldo de pollo» pero no se me ocurre dejarlo, porque me anima un montón. El irte a la cama cansado (con ese cansancio, no el intelectual o el del trabajo físico) es de lo mejor del mundo. ¡Fin del rollo!
«Hoy no me lo he tomado como una obligación, sino como un regalo.»
DANGER!! DANGER!!
🙂