Para los que no hayan profundizado en el ámbito de los derechos en el mundo de internet, es preciso recordar que algunos autores optan por fórmulas de copyright, dado que quieren proteger (creo que de forma totalmente legítima) el uso de sus obras. Otros optan por diferentes fórmulas de licencia Creative Commons. La que yo escogí desde el principio para este blog (y para mis fotos de Flickr) es una denominada de «Reconocimiento-Sin obra derivada», lo que significa que aquel que lo desee puede «copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra», pero siempre con el reconocimiento (es decir, que tiene que aparecer explícitamente la procedencia de la obra) y sin la posibilidad de realizar obras derivadas («no se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra). Además, tampoco está permitido que la obra que utilice estos materiales gane dinero gracias a ese uso.
En mi práctica particular como creador de un blog, me gusta ser especialmente cuidadoso con estas cuestiones: cito las palabras que no son mías, hago referencias mediante enlaces a las entradas de otros blogs y cito la procedencia de las fotografías (que siempre están también bajo una licencia de reconocimiento; si tienen los derechos reservados, pido el consentimiento pertinente a su autor). En algunas ocasiones, he tenido problemas con autores de otros blogs, que han cogido fotografías que no eran mías y las han colgado para ilustrar sus entradas sin ningún tipo de referencia. Aunque, en este caso, la culpa es suya y solo suya, me he molestado en escribirles para hacerles saber que las imágenes tenían una licencia y que el autor tenía todo el derecho a que su obra fuese reconocida. He de decir que casi todo el mundo es sensato y, una vez que se da cuenta de su error (y, la mayor parte de las veces, de una inconsciente ignorancia), subsana el error o suprime la imagen. En otras ocasiones, he visto cómo algunas publicaciones han robado mis fotos (y algunas de mi hijo) para publicarlas en otros blogs e incluso en alguna publicación de carácter comercial…
El objeto de esta entrada es alzar la voz contra el empleo que un blog concreto hace de mis textos. Lo había comentado ya en otras entradas de forma menos explícita, pero ha llegado un momento en el que empiezo a estar harto. Hay ocasiones en los que el uso de un determinado estilo paralelo al mío llega a lo enfermizo. Contra ello poco se puede hacer porque, en el fondo, todos hemos aprendido a escribir a través de otros textos y tenemos un conjunto de influencias más o menos explícitas. En cualquier caso, me sorprende que alguien no tenga la independencia y el criterio suficiente para hacer cositas que salgan de su magín. Sin duda el talento puede emplearse en tirar hacia delante y no en calcar. Pero lo que más me molesta es ver expresiones literalmente calcadas de mis textos. No lo entiendo, porque, como también recordé en otra ocasión, puestos a copiar, hay muchísimos autores con un talento desmesuradamente mayor que el mío. Por lo tanto, no comprendo esa obcecación en coger mis modestas palabras sin hacer referencia a ellas y, además, sin mi permiso. No es una cuestión de apetencias, sino de estatus legal: uno está obligado a hacerlo. Y punto. Lo demás es infringir una norma y pasarse las obligaciones legales por el arco del triunfo. Lo he dejado estar durante mucho tiempo, pero, como he dicho, estoy más que cansado.
El ámbito de la creación y sus relaciones siempre ha sido de gran interés para el estudio de las obras artísticas. La intertextualidad es una textura que amalgama hilos de distintas procedencias, matices y colores y abarca nociones tan alejadas y controvertidas entre sí como el homenaje y el plagio. Todos entendemos que escribimos gracias a otros textos, tal y como he dicho más arriba, y que nuestra práctica como escritores obedece a lo que hemos leído (si no, que se lo pregunten a Cervantes en el Quijote, ese gran libro de libros). Pero vivimos ahora un mundo en el que parece que cada uno coge lo que le parece de donde le parece sin rendir cuentas a nadie. No se trata de cobrar, porque un servidor escribe gratis (y a mucha honra), sino de que el sentido común impere sobre tanta práctica que, aunque probablemente no malintencionada, es torticera a más no poder. Algún amigo me comentó hace mucho que, en el fondo, me debería de sentir orgulloso de episodios como este que relato. Sintiéndolo mucho, no me siento a gusto con estas prácticas: mis palabras vuelan, pero eso no significa que alguien las atrape con una red y las lleve para su casa diciendo que son suyas.
(Ya «fuera de cuadro», espero encontrar una reacción prudente y equilibrada de mis palabras en el destinatario de las mismas. Y espero que el resto de mis pacientes lectores sepa comprenderlas. Creedme que sé de lo que hablo.)
Vale, ahora lo entiendo. Ya nos contarás que es eso de la «lingüística forense». Me suena a palabras muertas. Besotes, M.
Pues muy sencillo, Merche: una licencia concreta sirve si decides tomar medidas legales. Para ello, los juzgados tienen expertos en lingüística forense (disciplina, por cierto, apasionante y en la que me estoy introduciendo) que determinan. Pero llegar a ese extremos son palabras mayores. El sentido común es mucho más prudente, ¿no crees?
Y, ¿cómo es que te copia si tienes el copyright de Creative Commons? Entonces ¿para que sirve ese copyright? No logro entenderlo, querido. Besotes, M.