El bloqueo indirecto es un tecnicismo propio de las técnicas de ataque de un equipo en baloncesto: el jugador que lleva el balón –por ejemplo– pasa el balón a un jugador y va a bloquear (es decir, a intentar liberar a un compañero suyo del defensor) al jugador del lado contrario para que el que tiene la pelota se lo pase y pueda entrar o tirar a canasta. Cuando un buen entrenador quiere que su equipo juegue «por conceptos», todos los jugadores entienden que el sistema más eficaz es agilizar el ataque por medio de bloqueos indirectos. Y los entrenamientos están plagados de variantes defensivas para evitar esa estrategia tan letal para sus equipos.
No, amigos, este blog no se ha convertido en un blog baloncestístico (y el nombre Bloqueo indirecto sería una denominación magnífica). A lo largo de un tiempo llevo viviendo y sufriendo circunstancias personales (a mí me toca ser el equipo defensor y, lo peor, soy el único jugador del equipo) en las que existe una estrategia para dejarme clavado vitalmente a las primeras de cambio. Llevo tiempo callado, porque cuando hablo parece que se desatan tormentas. No obstante, estoy harto (y más que harto) de jugar en inferioridad de condiciones. Estoy harto (y más que harto) de que algunos jueguen conmigo a capricho mediante la táctica de los bloqueos indirectos. Estoy harto (y más que harto) de desempeñar el papel de defensor resignado. Sólo quiero advertir, por aquello de las comparaciones (y de los contrastes), que en el baloncesto existe la regla de los 24 segundos: un equipo no puede estar atacando hasta agotar el tiempo, sino que sólo dispone de 24 segundos para organizar el ataque y tirar a canasta. El tiempo se acaba y, más tarde o más temprano, sonará la bocina. Y entonces veremos lo que pasa.
(Sí, hacía tiempo que no escribía una entrada de estas. Y no, no voy de víctima. Y sí, escribo esto porque el blog es mío y es casi la única cosa que hago en el mundo tal y como me da la gana. Y sí, voy a seguir diciendo cosas hasta que me salga de los cojones. Y no, no pienso que estas reflexiones sobren; no leerlas es tan sencillo como no entrar en la página. Y sí, la mayor parte de los días escribiré sobre otras cosas, pero creo que esta también puede servir de reflexión general extrapolable para otros individuos y otras circunstancias. Y sí, necesitaba escribir esto.)
Imagen de Erio.
¿Y sino como lo arreglamos? ¿A tortas?
A tortas Raúl, que se entiende todo muchísimo mejor y más rápido.
Ya me gustaría a mi desahogarme así en el mío. Pero por mucho que lo intento, al final siempre pienso que si lo lee mi mujer, que si lo leen mis amigos… Y no me vale de terapia. (Bueno a veces si).
Haces bien. Decir lo que a uno le nace dentro es bueno para no tener úlcera.
Apoyo totalmente este tipo de entradas.
(¿A quién hay que atizar, don Raúl?)