Lo voy a decir, cueste lo que cueste. Me importa poco si la ley antitabaco va a conseguir reducir el número de fumadores porque, salvo en menores, donde la incitación al consumo es más que grave, cada uno es adicto a lo que quiere y es muy libre de morirse de lo que crea conveniente. Me importa poco que los fumadores se quejen de la falta de libertad con esta ley que ellos denominan restrictiva: si en vez de inhalar (y, por lo tanto, expulsar) la nicotina, el alquitrán el humo se lo bebiesen, yo no les pondría ninguna pega. Pero resulta que ese humo se lo tragaba el resto de la humanidad.
He conocido fumadores de todo tipo. Algunos (pocos) son razonables; pero hay una gran mayoría que hace prevalecer su vicio sobre el sentido común: como ellos son fumadores, incluso en las casas en las que hay niños se ponen a fumar en las comidas domésticas entre plato y plato, aunque haya niños (curiosamente, eso valía cuando los niños eran de los demás; si los niños son propios, los parámetros cambian). Lo que más gracia me hace de todo esto es cómo varía su opinión cuando dejan de ser fumadores.
El asunto del tabaco ha llegado hasta aquí no por la intolerancia actual del gobierno, sino por la intolerancia y la falta de educación que han tenido ellos durante años y años, que no pensaban en los demás. Los que ya tenemos algún que otro añito hemos visto fumar dentro de los colegios, en los cines, en los aviones y en el interior de los hospitales. Ahora cualquiera de estas situaciones nos parecería extravagante. Que es, precisamente, lo que va a pasar cuando hablemos de esto dentro de unos años.
Yo, ahora, respiro mejor. ¿Y tú?
(Imagen de Florian Leroy.)
allende los mares y en otros países no tan lejanos la medida se tomó hace tiempo. y la acompañan de campañas de prevención bastante más efectivas que subir los precios de cada cajetilla, que a este paso habrá que pagar a plazos.
esto del vicio es como decía aquel anuncio: mío y sólo mío, vale? de manera que ya era hora de que mi vicio dejara de ser propiedad de otros.
y todavía hay quien le saca ventajas a la ley: salir del bar a fumar el cigarro produce un mejoramiento de las relaciones sociales (entre fumadores y los que no lo son y nos acompañan).
Completamente de acuerdo contigo, Raúl. Y la incitación a menores me parece una auténtica mierda. Te pillan ahí desprevenido, con la cabeza vacía de ideas propias y demasiado llena de las ajenas y así, por las buenas, terminas dando caladas de vida en un vano intento por parecer el puto amo entre gente que está igual o más perdida que tú. Lo que digo, una auténtica mierda. Lo mejor de todo es que, una vez dices: » joder, dónde coño me he metido» ya es demasiado tarde y no puedes dejarlo. Así funcionamos, y me parece absolutamente decadente.
Yo voto también por una medida menos drástica: por un lado bares de no fumadores, y por otro el de fumadores. Eliges y punto. Aunque no sé yo si le veo mucho futuro a esa idea. En cualquier caso, yo también respiro mejor. Y se agradece.
Por cierto (1), el napalm mola, pero los cabrones no me lo trajeron. Lo pediré también al próximo año, a ver si se dan por enterados.
Por cierto (2, y sin por cierto), dime que lo del politono del grito de Tarzán no es cierto, por Dios 🙂
Lo estoy dejando…, y lo voy a dejar porque, reconozco, que es un vicio estúpido y CARO. No me lo puedo permitir con mi pensión de miseria. Además todos los que me rodean y quiero no fuman. Cuando fumo en la calle, jamás tiro la colilla al suelo ahora que hay esas papeleras dónde lo puedes apagar y tirar la colilla dentro. También siempre he tratado de ser respetuosa en las casas de no fumadores. Siento que por la desidia y la mala educación de muchos hayamos llegado a esta situación y siento también haber empezado a fumar a los 30… Besotes sin humos, M.
Fuí fumador la mitad de mi vida.Fume desde los 15 hasta los 30. Ahora va para diez años que lo deje. No soy un ex-fumador fundamentalista. No soy intransigente es ese tema. Nunca (ni antes ni ahora) he podido soportar a los fumadores mal educados (la gran mayoria, ciertamente). Yo nunca tiré la colilla al suelo, y nunca fumé en una casa que no fuera la mía, tampoco nunca fumaba entre plato y plato porque me parecía una guarrada. Y me metía al pecho dos cajetillas diarias…
En esto pasa como con los dueños de los perros que no los sujetan y dejan que se te crucen entre las piernas cuando corres por Fuentesblancas, o los que no recogen sus cacas. O los ciclistas que van por Lain Calvo a toda hosti haciendo pasadas suicidas a los peatones…
Los irrespetuosos se cargan la fama del colectivo.
De todas formas, entre lo de hace unos años (recuerdo a mi médica de cabecera extendiendome recetas para el catarro y echando bocanadas de humo de su Winston americano) y lo de hoy, me quedo a ojos ciegas con el hoy.
Se respira (y por tanto se vive) mejor.