Estimadas majestades:
Por la presente –y con algo de retraso– les envío por medio de estas palabras que vuelan por los aires al son de la lluvia esta misiva. Frente a lo que dirán muchos de congéneres, sobre todo si son pequeños, tengo que confesarles que he sido malo. En comparación con el resto de la humanidad, a la que no llego ni a la altura del zapato, mi existencia es execrable y maledicente. Tengo malos pensamientos a todas horas. No veo a los demás con buenos ojos. Mis palabras son, a veces, más sucias que una boca necesitada de empastes. Tiendo a escarbar en la inmundicia más que intentar limpiarla. No tengo mucha confianza en este mundo, a excepción de alguna de las pocas excepciones (entre las que se encuentran animales irracionales, seres benevolentes pero no fumados y alguna que otra persona a la que le queda por esbozar una sonrisa sincera).
Ando a tientas y tentando porque no me fío de los golpes que puedan darme. Me he acostumbrado a desconfiar de la oscuridad, pero también del sol cuando brilla demasiado alto. Tiendo a desconfiar de las lágrimas y de las penitencias que algunos dicen cargar. No creo en la paz mundial, en la dicha de todos y para todos, en las energías alternativas. Las sonrisas de los niños empiezan a parecerme semejantes a las de las niñas buenas de las películas malas. Dudo del cielo, que seguro que está cercano a caerse encima de nuestras cabezas.
Desconfío del agua del grifo, pero también del agua embotellada. No me consuelan los cuidados del control de los alimentos, porque sé que el peligro acecha también sobre los vegetales (y de qué manera). Todavía no sé por qué hay cuadros que cuestan mucho dinero y otros nada e ignoro por qué los escritores de éxito se lo merecen tanto. No daría ni un tuit por un juicio dudoso. Ni por una mirada severa. Ni por tantas calladas por respuestas.
No espero nada de la vida más allá de un transcurso y evolución de los minutos en su estado natural. No pongo la mano en el fuego porque no me gusta el olor de la carne quemada y no soporto el dolor de las ampollas (que, como a todo el mundo, me duelen más que a nadie). Tomo la palabra antes de que me la quiten. Reservo mis saludos para mantener la boca llena de la saliva necesaria para no ahogarme. Mantengo un porte distante para proteger de empellones mi carnet de identidad.
Por lo tanto, el arriba firmante no les pide a sus majestades (con minúscula porque sí y porque lo dice la Real Academia) absolutamente nada. Se lo pueden repartir ustedes, en su generosidad suprema y divina, entre aquellos que se lo merezcan, o sean meritorios, o hagan méritos. No quiero ni carbón, porque es falso y demasiado dulce.
Y, para que conste, soy, en esto de los mensajes epifánicos, más que agnóstico: republicano. Desde la tierna edad de aquellos (muy remotos) siete años.
(Imagen de Antonio Tajuelo.)
Es cierto, no soy tan malo: soy peor 😉 Probablemente, mis ideas sean una manera personal de afrontar unas fiestas que no me gustan y que casi nunca me suelen traer nada bueno. Pero no soy proselitista: me alegro de que sean buenos días para los demás.
Por cierto, Koky: aunque no confiéis en este nuevo diseño, creo que es cuestión de acostumbrarse: se dan exactamente el mismo número de clics para hacer un comentario aquí que en el blog anterior. Sí que es cierto que era un incordio el tenere que bajar tanto para hacerlos, pero ahora ya está ya subsanado. Y los usuarios de Facebook y Twitter pueden registrarse también con este sistema.
El napalm mola.
Buenas noches, Raúl Urbina:
Había oído comentar a los Reyes Magos -entre ellos- sobre una esperada carta que desde hace treinta y algun años recibían por esta fecha. La escribía un niño listo y sincero que, ahora -de mayor- conservaba idéntica el alma de su infancia, sólo que con la desilusión del despertar a la realidad.
Y ahora ¡descubro que eras tú, el que se la enviaba!.
Pongo un enlace, para tu hijo Alberto, al que seguro le habrán traído muchos regalos, porque los merece.
Para el niño de aquel ‘niño malo’
P.D.: Y a la Real Academia, ni caso, aunque en esto de la minúscula de sus majestades, sí estoy de acuerdo. Ya ves.
No eres TAN malo cuando ayudaste a una pobre viejita a andar sobre ese hielo traicionero burgalés…. Besotes mayestáticos, M.
» Esta noche vienen los Reyes Magos, creo. Me hace ilusión. A ver si traen el napalm que les pedí el otro día.» Esto escribía Pérez Reverte hace poco en Twitter. Y no es el único que lo ha pedido . Creo.
Maneras de verlo Raúl… De todas formas yo les pido en tu nombre que te traigan un formato nuevo (como el antigüo) para los comentarios de tu blog, que no haya que bajar al «read more» para poder dejarlos. 😉
Acuestate pronto por si acaso.
(pd: Y gracias).