No, no voy a hacer un post antinavideño, aunque no me gusten mucho las fiestas navideñas. Ni voy a ser un gruñón. Ni voy a hacer un discurso anticonsumista. No voy a ir por ahí repartiendo unas fotocopias para decir lo malos que somos, lo insolidarios que parecemos, lo contradictorio de nuestra cultura (que, por otra parte, no tiene nada de contradictoria: es, más bien, tautológica). No voy a mezclar las circunstancias personales de antaño y de hogaño para cruzarlas y extenderlas al mundo entero (y eterno). No voy a tirar piedras contra George Bailey (él, que tantas piedras tiró contra la que sería su casa; él, que tanta energía me ha transmitido con su vida casi truncada, luego celebrada, seguramente olvidada). No voy a argumentar sobre la superficie y sobre lo hondo, ni sobre lo divino y lo humano. No atenderé a las razones que ignora el corazón ni a las emociones que la razón ignora.
Hoy, sólo nos limitaremos a afirmar, con Nailya Ordabayeva y Pierre Chandon («Getting Ahead of the Joneses: When Equality Increases Conspicuous Consumption among Bottom-Tier Consumers», Journal of Consumer Research, vol. 0, december, 2010. Información descubierta aquí), que estamos en unas fechas en las que el consumo no se genera, aunque pudiera parecer un factor más, por la envidia, sino por la competencia. En la escala social en la que nos encontramos, todo el mundo se queda satisfecho consumiendo más. Probablemente, la razón radica en esa ansiedad que tenemos los seres humanos en sobresalir siendo algo más que los otros y en la tranquilidad que nos proporciona estar en un escalón por encima de sus iguales. Estamos viviendo unos días en los que todos intentamos poner lo mejor de nosotros mismos (al menos, lo mejor del exterior de nosotros mismos). Cada uno en el nivel de sus posibilidades. Paradojicamente, ese dar lo mejor de uno mismo siempre entra en una competición con (y, por lo tanto, contra) los demás. No lo llamamos envidia: lo llamamos «el que venga detrás, que arree».
Por lo tanto, no me queda otra que desearos Felices Fiestas (Navidad, Año Nuevo). Seremos más felices cuanto más altos.
(Imagen de Minato.)
No estoy de acuerdo. Y además no me gusta nada como has dejado el apartado de comentarios. (Hoy estoy protestón y lleva-contrarias).
Buena entradita, es que en estas fechas afloran las amarguras y amargados, los bitterkas, los cuentamé, los caspitán y… aburren, mucho, muchíísimo, y lo que expones es así, tal cual, que no es lo ideal, ya!, pero todos los años nos dan la oportunidad de cambiar, por lo menos a mejor humor, yo voy a intentar ser mejor persona y más solidaría pero me voy corriendo a game a por no sé que juego me han pedido para la wii que como no lo pille me asesinan, jejejeje m. el ú.