Lev Kuleshov fue un cineasta soviético que realizó un genial experimento con el montaje cinematográfico: ante un primer plano de un actor carente totalmente carente de expresividad, Kuleshov editó secuencias en las que aparecían un plato de sopa, una mujer tumbada en un diván o una niña pequeña en un ataúd. En función de que el primer plano del actor fuese seguido de una secuencia u otra, los espectadores creían que el actor estaba expresando emociones de hambre, deseo o de dolor.
Tengo yo ahora una aplicación diaria y práctica del efecto Kuleshov cuando veo en las televisiones el rostro de Marta Domínguez. Hasta hace unos días, la sonrisa de Marta me parecía encantadora y encandiladora, pura y sincera. Pero la vida, al parecer, es un montaje cinematográfico continuo y, con la nueva edición de la película a raíz de las informaciones sobre ella, ahora percibo tras esa sonrisa ambición desmedida, chulería, engaño y ganas de incrementar su cuenta en el banco. El rostro de Marta, probablemente, sea uno y más inexpresivo de lo que parece, como el rostro del actor Ivan Mazouchin. Y nosotros, viendo la película reciente en comparación con la que hemos visto en años pasados, pensamos que el cine de antes era mucho mejor que el de ahora.
Podéis ver un análisis del efecto Kuleshov aquí (el efecto de la sonrisa de Marta Domínguez, lo podéis ver en todos los sitios):
(La fotografía que aparece en la entrada es de Alfonso Benayas y procede del blog Diario Deporte.)
No conocía el efecto Kuleshov, mola…
En este momento, tengo opiniones enfrentadas sobre Marta Domínguez.
Me gustaría que todo este sucio asunto se resolviese de manera satisfactoria para el deporte, pero desconozco cuál es esa vía
¿Qué decir del presidente de la Federación que después de 22 añitos en el cargo dice que es el primer sorprendido?