ELLA. Es que a ti da igual ocho que ochenta, ni sientes ni padeces. Bueno, cuando no sientes ni padeces, que también está el momento de estallar. Que al señor le da por ponerse a gritar como si su voz quisiera llegar hasta los confines del cielo. Que mira que tienes mal café cuando te da por ahí. ¿No puedes ser un poco equilibrado? Me pregunto. Sí, me pregunto: ¿o todo o nada?, ¿o silencio o gritos?, ¿o pasotismo o armar la de dios es cristo?
ÉL. Pues no sé qué quieres que te diga. Si te parece, me pongo a soltar gañidos.
ELLA. ¿Ves? No hay quien te soporte. Ahora te da por dártelas de víctima. Te quedas encogido en el sofá todo el día, con esos auriculares que no sé para que los quiere, si pones el volumen que se te tiene que romper el tímpano. Luego que la gente se queda sorda.
ÉL. Para lo que hay que oír…
ELLA. Yo ya no sé si eres tonto o gilipollas, si lo eres o te lo haces.
ÉL. No sé. Se me da muy bien la representación. Un día, en séptimo de EGB, tuvimos una representación y…
ELLA. ¿Pero no lo ves? Ahora te da por contarme batallitas. Y no hablo de esas chuminadas que dices, de ver cosas por ahí volando, ya ni me acuerdo de lo que dijiste.
ÉL. Pues es verdad.
ELLA. Vete a la mierda. Estoy harta. Harta, ¿me oyes? HARTA
(Imagen de César Saiz.)
Pillín, seguimos sin saber lo que vió en el cielo… Esperaré al #10… Besotes, M.
Bendito iPod en la era de la incomunicación.