El viajero ha recordado lo que piensan muchos, que, en las sociedades contemporáneas, hemos cambiado la noción del viaje por la del desplazamiento, medido en horas computables a ritmo constante. Esa visión convierte a los personajes del trayecto en meros traspasadores de provincias, comunidades y fronteras a ritmos vertiginosos. No obstante, este turista no concibe sólo el viaje como destino y es amigo de las horas muertas, rellenas siempre de alguna circunstancia. Le agradan las horas diletantes en las que se empieza sin haber llegado, porque el recorrido es vida, e importa, y conmueve.
Este viajero ha comenzado el viaje contante y sonante con un trayecto en coche hasta Madrid para llegar al aeropuerto. Le gusta llegar con tiempo suficiente a todas partes y ha establecido un margen suficiente en el que los kilómetros no se cuentan como una unidad de longitud sino como una medida de tiempo. Pese a su previsión, el viajero no contaba con la vergonzosa situación del país en el que vive, que pasa por ser de primera y está a la cola de los países con los que ansía codearse: ha sufrido los nervios de encontrarse encarcelado en atascos en una carretera en los que los carriles adelgazaban a ritmo de obras que nunca deberían de coincidir con ciertos meses, con ciertas fechas. Entonces, ha pensado que se puede gozar del viaje como premisa previa que luego puede ser refutada en una conclusión, que es cagarse en la madre de todas las autoridades (in)competentes.
Y, después, ha pensado que su viaje empezaría. Luego. Más tarde. Mucho más tarde.
(Imagen de Luz A. Villa, sobre un deseo de lo que hubiese sido la A-1.)
El estado de la nacional 1 es LAMENTABLE, tanto como para hacerle a usted perder la paciencia en una entrada tan comedida…