Porque el laberinto es signo y representación, porque es metáfora y contiene dentro el término real y el imagen. Porque no sólo unas rectas paralelas conducen al infinito ni acogen, por lo tanto, mayor evidencia de finitud. Porque te buscas para no encontrarte o te encuentras porque no te buscas. Porque decides entrar para probar, para ver qué pasa. Porque el mundo es menos bello sin el acoso del Minotauro, sin la ayuda delicada de los hilos de oro. Porque el error y el acierto pueden esperar, agazapados, tras el próximo seto, tras el muro inminente, tras el vericueto suicida. Porque la vida no es sencilla, ni unívoca, ni tenemos el cuerpo preparado para los paraísos unidireccionales.
Porque entras, o te meten. Porque sales, o te sacan. Porque depende de ti y depende de los otros.
Y porque la arquitectura del caos complicado es aún más bella.
Laberinto de la imagen (e imagen del laberinto): Arkville Maze Maquette (Michael Ayrton, 1968). Cortesía Jacob E. Nyenhuis, Michigan, en la web del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (aquí el artículo de El País sobre la exposición).
Buenas noches, Raúl Urbina:
A los niños les gusta jugar a esconderse y que no los encuentren.
Es de mayores, al querer encontrar la salida, cuando se aprecia en estos lugares mágicos, lo intrincado, difícil y bello de su arquitectura.
Estupendos enlaces y fotografías.
Será muy interesante la exposición del CCCB.
Saludos.
P.D.: Esta entrada se podía acompañar del Labyrinth, de Sting, sobre la música de John Dowland.
Mi laberinto encima esta centrifugando… Tiene su punto… (también sus inconvenientes).