El corazón es el corazón, y la memoria lábil…

Unas nubes en el cielo, demasiado blancas como para ser amenazantes. Bajo ellas, una esfera de ritmos espasmódicos. Luces y luces. Sonidos electrónicos, mezclados a veces con la dulzura de las palabras no evocadas. Las canciones de amor nunca deberían de acompasarse con latidos más rápidos que los de nuestro corazón, por muy taquicárdicos que permanezcamos frente a las transparencias blancas del verano. Porque los bañistas purgan sus delitos levantando la cabeza hacia el origen de las gotas de agua de la ducha y luego se sumergen en el bautismo del agua azul, clorada, ligeramente impregnada del aceite que rezuma en los cuerpos bronceados. Mudamos nuestras pieles, las permutamos por los atávicos tonos oscuros para contrastarlos con un pantalón muy caro, una camisa muy barata y, sin embargo, perfectamente armonizados. Hacia dónde caminan los pasos oscilantes, hacia dónde las miradas sin unas gafas de sol que mitiguen la refulgencia de los rayos sin filtrar.

Y, sin embargo, el corazón es el corazón y la memoria es lábil y, sin embargo, perenne y, sin embargo, perecedera. Las nubes del cielo no amenazan los ritmos de una música que nació para bailar, pero que nunca se compuso para acompasar una triste, pero alegre, tarde de verano.

(La foto de hoy no la ha hecho nadie, porque estaba pintada en el cielo, tras mi ventana.)

1 comentario en “El corazón es el corazón, y la memoria lábil…”

  1. Buenas noches, de nuevo, Raúl Urbina:

    Pues la fotografía será de las que no existen, pero leyendo tu texto la hemos visto perfectamente. Las nubes, verdaderamente eran blanquísimas, y querían que la tarde fuese alegre, aunque la música las estaba poniendo un poco sentimentales. Pero aguantarían, y no pensaban llorar ni una lágrima.

    Saludos.

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