Es primavera y escalamos. Aunque la lluvia matice nuestro instinto primitivo, el tiempo prolongado en luz y sol extiende las ganas de sentirse amado, de amar y del goce recíproco que une a ambos. El deseo tiene colores de primavera, que pueden ser el azul, el blanco y el rojo de la Revolución Francesa, siempre encajados en cuerpos de mujer. El deseo es más una intención que una palabra, más un amago que un hecho, más una mirada de soslayo de la imaginación que un reflejo de la verdad.
En primavera, el espíritu se enfunda en siluetas concretas que nos hacen adivinar lo que se esconde al otro lado del espejo, que no es el espejo sino el interior recóndito de lo que no conocemos, a lo que damos vueltas hasta volverlo del revés, como el bolsillo díscolo del que acaban desprendiéndose pelusas rebeldes.
El paraíso queda a cuatro manzanas de nuestros pensamientos, siempre abocados a gozar del calor de los días que siempre pueden ser los últimos. En el deseo, el camino es tan atractivo como la meta, que se dibuja a grandes trazos y que se desdibuja con el miedo a medida que nos acercamos, porque el deseo quema, asusta y espanta tanto como gusta, como atrae.
Hoy he llegado a comprender que ha llegado la primavera, pero en Burgos llovía de un modo ligeramente desprevenido. Llovía de un modo que movía a taparse con cualquier cosa que no fuese un paraguas, instrumento no preparado para esta mañana de estaciones de esperanza. Mientras tanto, yo recorría los caminos de mi vida en una bicicleta que recogía todas las estampas del agua caída del cielo. Y miraba hacia arriba. Y descubría con certeza que, más allá de las nubes, el sol nos regalaba calor.
(Esta entrada tiende a recoger un tema que nos gusta y que también visita nuestro querido blog La Acequia.)
El invierno siempre es demasiado largo en Burgos….
En primer lugar la escalera tiene peldaños pero al final sólo hay escombros
¡Qué tiempos aquellos en los que metías la mano al bolsillo y te encontrabas un billete en vez de una pelusa! Ahora sólo hay telarañas.
¿Insinuación maravillosa o pechuga de Sabrina?
Poética entrada y enorme tu bicicleta. Te mirarán aunque no quieras. 😛
Adoro la primavera. Maravillosa estación de comienzos.
Lo curioso del deseo es que se modula con las estaciones y su luz. Quizá hasta eso lo mate el cambio climático y las luces de neón.