Del mismo modo que me gusta saber cosas sobre la vida de escritores y artistas, no creo más allá de lo razonable en las biografías. Me resulta muy difícil pensar que un conjunto de documentos, anécdotas, dimes y diretes lleguen a explicar la interioridad de las personas. Imaginemos por un momento que alguien decidiera escribir una biografía tras nuestra muerte. ¿De qué papeles se tendría que fiar? ¿De qué hechos relatados? ¿De qué personas?
Pensaba esto hoy cuando me he encontrado con el poema «Cuando leí el libro» del gran Walt Whitman:
Cuando leí el libro, la célebre biografía,
Me dije: «¿Es esto entonces lo que el autor llama una vida de hombre?
¿Escribirá alguien así mi vida una vez muerto yo?
Como si algún hombre conociera realmente algo de mi vida,
Cuando de hecho a menudo yo mismo pienso que poco o nada sé de mi vida
Salvo vagas nociones, débiles y difusas imágenes,
Que persigo constantemente para poder exponer aquí».
La foto que encabeza la entrada, un hueco de mi biografía.
Qué poco te quieres y te estimas… ¿Qué esa foto sea parte de tu biografía? ¡Venga ya! Besotes, M.