Objetivar el presente

Gota

Hablando del tiempo y de los tiempos, una conclusión demasiado apresurada nos llevaría a afirmar que, de entre todos, el pasado es el tiempo más objetivo. La conclusión resulta apresurada, porque el pasado es un conglomerado mal asimilado de recuerdos, vivencias y experiencias mezclados con deseos, anhelos y mistificaciones. En suma, el pasado no es sino el tiempo que creímos –o quisimos– vivir, pero nunca el tiempo que en realidad aconteció. Puestos a falsear, el futuro, reino aparente del subjetivismo por aquello de que es la taifa de lo que aún no existe, lo mejor que podemos hacer es no hablarlo sino soñarlo, proyectarlo o malversarlo.

El presente, sin embargo, es un quicio auténticamente diáfano por el que pasa lo que pasa en un aquí y ahora que, cuando se ven venir son futuro y cuando se nombran se convierten en pasado. De ahí, puede colegirse que el presente es nuestro estado más auténtico, pero también el más quimérico y evanescente. Sin embargo, el presente es fácilmente objetivable porque es algo casi tangible, un elemento del que no guardamos recuerdo sino constancia. En este plano, quizá el presente sea el tiempo más sincero: ante él (y en él), nos mostramos radiantes, pasivos, circunspectos, timoratos o tristes, y puede que esos estados sean más reales por lo cercano, por lo atados que están a nuestro sentir cotidiano.

El presente se presenta con toda su pompa o con toda su miseria. Más que de tiempo en general, podríamos decir que nuestra vida es una deseable secuencia de 22.918.446 minutos vividos en otros tantos presentes. Tal y como lo apreciamos en este momento, nuestro presente es quizá inestable, voluble y sometido al flujo inestable que parte de la ansiedad para zozobrar en el pánico. No es tiempo de anacoretas. No es tiempo de temblores. La adaptación es un síndrome que no puede nacer día a día mutando, porque los seres humanos nadamos para no ahogarnos y, si buceamos por las profundidades, lo hacemos con la esperanza de ver un poco de color y de coral en nuestra vida. El presente, por lo tanto, no es eterno. Y cambiará para ser metamorfosis de vida. Porque me quedan, si hay suerte, más de once mil minutos de presentes que no quiero vivir entre incertidumbres sino, al menos, entre tres millones de segundos de sonrisas.

(Imagen de PCharlon.)

2 comentarios en “Objetivar el presente”

  1. No quieres vivir los más de once mil minutos que te restan entre incertidumbres, pero creo Raúl que la incertidumbre solo existe en el futuro, nunca en el presente. Si algo tiene el presente es que es cierto, real e inmutable. Lo que muta y se transforma, generando asi incertidumbre, es el futuro (el intervalo entre presente y futuro). Lo difícil es lograr vivir en el presente, en el ahora, en el ya.

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