Habíamos tratado en el blog el tema del libro electrónico ya en dos ocasiones (1 y 2). Eran estas entradas meras conjeturas sobre algo de lo que no tenía experiencia directa ni conocimiento práctico. La cuestión del libro electrónico, desde que apareció, siempre me ha interesado, no sólo por aquello de estar à la page en la cuestión de la relación de las nuevas tecnologías con la cultura, sino también porque creo que es muy necesario estar atentos a los nuevos formatos en la transmisión de la información.
Ahora que tengo uno, me gustaría contar (sin entrar en cuestiones de detalle, que abordaremos en otra ocasión) las primeras experiencias de lectura con un lector de libros electrónicos. Mi primera sorpresa, pese a conocer las dimensiones, fue el tamaño del aparato una vez que lo tienes en las manos: sorprendentemente fino y relativamente ligero. Mi segunda sorpresa, la calidad de las letras y gráficos en pantalla. Al no tratarse de una pantalla retroiluminada, la apariencia es muy cálida y con gran parecido al papel. Una vez descargados algunos libros (se pueden comprar, claro está, versiones de pago, pero hay muchísimas obras clásicas disponibles en PDF y no sujetas ya a derechos de autor), llega el momento de los primeros manejos, que son muy sencillos e intuitivos: apenas cuatro movimientos te hacen familiarizarte con él. Y, después, lo más importante: sentarse relajadamente y empezar la lectura. Tras unos primeros momentos de adaptación, la sensación es fabulosa: el mejor indicador de esa sensación era precisamente eso, que me mantenía con la sensación habitual de la lectura y no ante un experimento. El soporte había pasado a ser eso, un útil transmisor de palabras. La ficción sigue manejando sus hilos de la misma manera que con la celulosa. Sólo una cuestión se me ha hecho más dificultosa, que es la sensación de avance en la lectura. En el libro, esa percepción es mágicamente táctil; en el caso del libro electrónico, te acabas acostumbrando a la línea de progresión y a los marcadores de lectura, con los que no pierdes nunca la referencia.
En definitiva, ahora que tengo almacenados unas decenas de libros, me siento como aquel que cargaba su mochila de libros para un verano, pero con el peso de uno de ellos. Puedo marcar y hacer anotaciones (aunque, en este caso, el proceso es mucho más fatigoso que ante un libro convencional). Otra de las grandes virtudes (y que creo que va a proporcionar muchas alegrías a todas aquellas personas con deficiencias visuales) es la adaptación del tamaño de letra y el ajuste de los márgenes. En seguida te haces con el formato que resulta más cómodo.
En el campo de las anécdotas, la facilidad para leer en la cama: ya no tienes que sujetar hojas, sino que, placidamente, pulsas un botón. Comodidad absoluta.
Insisto: lo más importante es el no haber sustituido la lectura por otra cosa que no sea la lectura misma. La lectura es cosa que uno siempre tiene entre manos.
¿Miedos? La seguridad de que la tecnología nos arrojará una avalancha de modelos, posibilidades y actualizaciones que irán dejando los modelos obsoletos muy pronto.
Ahora me voy a leer. Tengo unos cuantos libros (sí, libros) esperando.
(Imagen de The Approximate Photographer.)
Me alegra saber queson tan cómodos, útiles y prácticos. Seguro que ambos formatos convivirán sin aniquilar el uno al otro. Pero el libro clásico, no como transmisor ni como vehículo, sino observandolo tan sólo como objeto es muchísimo más bonito, más agradable al tacto y otra ventaja (sobre todo para los que los compran al peso) mucho más decorativos que los electronicos. Asi que : ¡larga vida al papel!.
(Mira que te gustan estas cosinas ¿eh?)
de acuerdo: "Sólo una cuestión se me ha hecho más dificultosa, que es la sensación de avance en la lectura" (Éste es un tic necesario)r
Se perderá el glamour, pasará como con las portadas de los discos de vinilo. Tamaños, color, forma, diseño…
Negarse es una bobada pero aún así lo hago.
Aghhhhhhhhh…No hables más por favor (baba de envidia) ……………..
Veremos… veremos. Me ha gustado eso de que la escritura se pueda adaptar a la vista de cada cual y que no haya que tener un peso sujetando las hojas. Besotes, M.
Comparto tu opinión: lo importante es el tuétano, no el soporte. Aún así, me parece que este soporte se impondrá en breve. Hablas de la mochila… qué pasada poder llevar una biblioteca en el macuto y que no pese más de 200 gramos.
Yo no veo más que ventajas: y más pensando en que la evolución tecnológia solucionará los problemas actuales de compatibilidad entre diferentes marcas.