Todos perdemos gatos negros que se cruzan en nuestro deambular urbano. Todas las minúsculas porciones de sal vertidas en un mal trago de aderezo en la ensalada se desparraman por el mantel trocitos de angustia que ahora para por ser sabrosa. Las escaleras se empecinan por atravesar su triángulo entre nuestro ser callejero, de la misma manera que los espejos rotos se han mostrado proclives a deshacerse en añicos cuando nos vemos reflejados. Hay que contarle los botones de la camisa a todos los pelirrojos con los que nos tropecemos (y mira que son una especie en extinción). Tan somnolientos estamos en nuestro matutino despertar que no miramos siquiera con qué pie pisamos, aunque nuestras zapatillas se encuentren a años luz de nuestra cordura. La suerte es como la lluvia: siempre abrimos el paraguas cuando hace falta, aunque sea dentro de la mansión de nuestros sueños.
(Imagen de Haddhar.)
Feliz año 2010 para esta casa de verbo fácil y de palabra precisa