Salvados por la mínima. Ni una diminuta migaja de turrón. Ni una burbuja de champán del caro. Ni el ojo de una aguja. Nadie que moleste, nadie fuera de sitio. Encorsetados y esclavos de una mesa, de un ritual. De una locuacidad impostada. Absortos dentro del mundo que les corresponde. Todo es redondo en el cielo. De ahí para abajo, todo se desguaza como los pensamientos y como las esperanzas, como el nunca y el demasiado. Por eso, hoy es un día de brindar por lo que no se brinda. Hoy es un día para bailar en los pasos acompasados sin música. Hoy es un día para recordar que hay que olvidar y para olvidar el recuerdo, cosas ambas resbaladizas, contradictorias y feas. Felicidad para los importantes del mundo. Los demás, que se fastidien. Nuevamente. Por las orillas que no se tocan. A la deriva.
(Imagen de Raúl de Buenaposada.)