La imagen es un picado total y violento, angulado. Una fotografía de esas en las que el blanco y negro se agradece, algo granulado. Espeso. Ha tenido que tomarse, forzosamente, desde una escalera. Una mujer inunda el plano. Tiene los brazos totalmente estirados y las palmas abiertas. Sonríe inundada por la alegría. Lo que sorprende en esta imagen, tan preparada, es su total espontaneidad. La sonrisa parece franca, sin rictus extremos ni exagerados. Los labios, algo carnosos, y los dientes acaparan el centro del enfoque, ya que esos brazos estirados a los que hemos hecho mención sólo sirven para subrayar esa franqueza y mitigar parcialmente la verticalidad. La mujer exhibe todas sus virtudes en un todo parcelado de pequeñas impefecciones que la hacen más atractiva. El objetivo ha captado una piel con poros abundantes que un maquillaje hubiera eliminado, pero que también le hubiera restado fuerza. El contorno de los ojos alberga algunos pliegues oscuros que no proceden de edad, sino de una preocupación latente que contrarresta la sonrisa. La nariz aloja unas pecas diminutas que recuerdan una infancia llena de tratadas. La imagen refleja un rostro transido por las experiencias y, pese a todo, triunfante de optimismo. Lleva un jersey de cuello alto acompañado de una larguísima bufanda de punto que se difumina en el fondo. Su mirada directa hacia la cámara refuerza el halo de sinceridad, como si nada pudiera esconderse en esta imagen y, por lo tanto, ésta no tuviese un antes ni un después.
Me la imagino en mitad de la cuarentena, segura y optimista.
¡Preciosa foto! "…una foto llena de tratadas". Ésto no lo he entendido. Lo de "tratadas" quiero decir. Besotes fotográficos, M.
Esa chica, en su revelado blanco y negro, tiene aparte de todos esos caracteres bien narrados; el del paso del tiempo y los recuerdos que se agolpan en su mirada fija… como las pecas que adornan su cara, como la niña que un día fue…