Quieres gobernar mi corazón, el aire que inspiro, mi silencio. Piensas que no podría vivir si tú no estás a mi lado, pero te lo aviso: las cosas no funcionan así. Mientes como un bellaco si te crees tan especial; sueñas si crees que me vuelves tan frágil como el cristal. Así que marchando, corre deprisa a kilómetros de aquí. Hoy me toca a mí decir adiós. Aunque te creías perfecto, el principio de causalidad (recuerda: todo efecto tiene su causa) hoy pagas por cada error que has cometido. Mi amor te enciende y enfría, es una especie de ilusión que te persigue y en la que te enredas. Por favor, cambia de estrategia. No llevo bien los lloros, los lamentos y las lágrimas. La energía se mueve en espiral y me sienta como el culo vivir en conflicto permanente. En este duelo, cuerpo a cuerpo, la suerte te ha dado la espalda y ahora te toca perder. Se te está bien, por listo y sobrado: aunque te creías perfecto, toda causa tiene su efecto y todo efecto su causa. Hoy pagas por cada error. En cuanto a las causas, tú las conoces mejor que nadie.
(Nunca pensé que iba a escribir esto, pero hoy me ha dado por afanarme en la prosificación y adaptación libre de «Causa y efecto»… ¡de Paulina Rubio! Pero está bien darle vueltas al asunto del narrador y el narratario de lo escrito, aunque conlleve perder lectores.)
Todo en la vida es causa y efecto, querido. Besotes y abrazotes, M.
Buenas noches, Raúl Urbina:
– Los errores siempre se pagan. Y unos traen otros, encadenados. Que se lo pregunten al de la casa de la ventana enrejada y tubo de salida de humos.
O quizás, ni sea consciente.
Saludos.
Lo de la causa-efecto y lo de espacio-tiempo, tiene su aquel. Creo que a Paulina aún le están insuflando oxigeno después de tan arduo esfuerzo.