Buscando cualquier excusa que pueda explicar esta ausencia de inspiración (y espiración), le pregunto a mi portera. Resulta que, cuando bajo a buscar contestación, me doy cuenta de que murió siendo yo aún mozalbete de armas tomar. Poco más tarde, me dirijo a un guardia urbano, de cuando los guardias urbanos tenían orinales por cascos, enquistado en el centro de una glorieta. Como lo hice el día de San Rafael o alguno de los días previos a la Navidad, me doy cuenta de que no me atiende, que no me escucha. Está obnubilado por el papel celofán que adorna los autobuses o esperando el aguinaldo. Llamo a voz en grito al sereno, para que me abra las puertas de la cordura. Pero, por más que doy palmas, sólo acude un flamencólogo casado a la manera pagana para recitarme sus cantares. Me pregunto a mí mismo, pero no me contesto: menudo yo, me mí, conmigo. Por último, obligo a la ciencia que me responda y, en efecto, hago que la Física me dé una razón. Y me la da: «Para cualquier objeto que se desplaza por el aire, la fuerza de la resistencia del aire aumenta en proporción directa al cuadrado de su velocidad».
Pues eso. Espero que nos veamos pronto.
(Imagen de Tochis.)
… y yo soy una portera 😉
El tiempo se escurre entre los dedos.
Creo que te fuiste muy atrás, ¿portera? ¿policias con orinales en la cabeza? ¿serenos? Has hecho un viaje atrás en el tiempo, querido. Como "En regreso al futuro" creo que se llamaba la peli. Tu última reflexión sobre la Física no la he entendido. No tengo nada que decir, además ya he dicho bastante. Besotes, M.
yo nunca tuve portera…