Según me decían, cuando era niño interrumpía el silencio del sueño estallando en carcajadas, asunto este sobre el que no puedo decir ni que sí ni que no, dado que escapaba a mi control consciente. Me hubiese gustado mucho saber qué sueños eran esos, que me hacían alegre el dormir y, por lo tanto, quizá ayudasen a sustentar una vida diurna también sonriente y carcajeante. No he llegado nunca a saberlo, porque, desde entonces, sólo sé que duermo a dentelladas, información que llega a mis mandíbulas cansadas cuando me levanto, o que duermo con esas ensoñaciones hipnagógicas que parecen precipitarte en una caída. Lo sé porque voy notando, tras una larga batalla, que los músculos se me relajan para después abrir los ojos sobresaltado.
Del sueño plácido he llegado a la pesada pesadilla y sus consecuencias: un sueño no exento de horas pero que no repara las averías que el día va deparando. Desde que ya no sé si me río cuando duermo, parece como si una conexión de vasos comunicantes me condujese a llenar mi vacío de soledad con palabras dichas en voz alta. Cuando antes sólo profería sonidos en solitario con gorgojeos en la ducha, ahora me sorprendo realizando breves comentarios en voz alta. Muchas veces son pequeñas advertencias hacia mí mismo, pero otras el diálogo externo con mi yo se estira hacia la observación que pretende ser aguda; también frecuento la ironía. En otras ocasiones, opto por un comentario sobre el programa de televisión que me sirve de frágil acompañante. Me río como un tonto, aunque sería más correcto afirmar que me río como dos, dada es la bivalencia de lo ambivalente.
Desde que duermo y no conozco ya mi alegría ensoñadora, hablo solo. Mal destino este para una vida que cada vez y más que nunca es un comentario de texto. A mí que tanto me gustan los chistes verdes.
(Imagen de Vakas)
Es un texto precioso que merece un precioso comentario. No podré estar a la altura, porque me da que los párrafos tienen mucho de vida y que la soledad desparrama las palabras apuntalándolas contra uno mismo. Queda el recuerdo de apretar los dientes pero la risa no se sabe si existió, los caminos duros siempre dejan cicatrices.
😀 😀
y yo que te he imaginado en el sofá riendo con tu yo y dándote codazos a ti mismo (por si el otro no acaba de caer)
Buenas noches, Raúl Urbina:
Lo tuyo del sueño tiene arreglo sencillo:
1.- Valora y aprecia, durante el día, a "los interlocutores" reales, -de carne y hueso- sencillos y divertidos que tengas al lado.
2.- Si te hacen reír, cuéntate todos los chistes verdes que se te ocurran.
3.- Sigue con los soliloquios en voz alta. Al igual que Kokycid, tengo comprobado que aumentan la concentración.
Acabarás riendo en sueños, te lo garantizo.
Saludos.
P.D.: Los efectos de la mejoría los irás notando cuando te vuelvas a ver cantando en la ducha.
Hay que dormir más…. 😉
@ Raúl:
Mientras no aparezcan en tus sueños libidinosos sombreros negros no tienes de que preocuparte…. 😀
Saludos
En el Camino coincidí con un brasileño que soñando se reía a carcajada plena. Y fijate que yo pensaba que no estaba dormido y nos vacilaba…
No deja de ser curioso lo que aumenta la concentración el hablar solo (en alto).
Estoy segura de que te sigues riendo (eso sí, quizá de pena…) pero no te enteras. Besotes, M.