Esther

Esther tiene dieciocho años, lo que significa que cuenta ya con algo de pasado y mucho más futuro. Es la ventaja de tener dieciocho años. La conocí hace dos en una aula repleta de chicos con los que no tenía casi ninguna relación. Era una de los nuevos. Al principio, no me llamó la atención. Era menuda y algo tímida. Soy muy torpe para conocer a los alumnos durante las primeras semanas, así que sólo me daba cuenta de que era de las que cumplían con sus obligaciones. Más tarde, me di cuenta de que cumplía con sus obligaciones y lo hacía siempre bien. Los días fueron pasando y me di cuenta de que, además, siempre planteaba las preguntas justas. Sin destacar ni dárselas de lista, dando en el clavo como un percutor de precisión.

Pasó un poco más de tiempo, pasó de curso y, como en el mundo académico las casualidades no existen, siguió avanzando su camino extraordinario en todas las asignaturas. Sus comentarios de textos eran distintos, respondiéndolos con el asombro que le da a un profesor ver las cosas completas. Sus análisis no sólo eran adecuados, sino que manejaba el bisturí sintáctico resolviendo incluso las cosas difíciles.

Esther no tiene nada de empollona, ni de sobrada, ni de repipi. Es una tía normal, con amigas normales. Se echó un novio que es un buen tipo, algo –mucho– más vago que ella, pero que va creciendo también a su lado, con ella, entre ellos. Es una mujer que regala siempre con una sonrisa franca. No es de esas que retiene los labios hacia arriba un segundo de más, sino que sus gestos la hacen transparentes.

Un error de fechas casi la aparta de su sueño académico, la carrera de Medicina, pero el mundo, que muchas veces es injusto, le ha devuelto a ella toda su rectitud y se marchará a Valladolid para bregar con los músculos, los huesos y las glándulas. Esther es una de esas personas que quieren ser médicos porque les gusta, sin más, lejana al deseo del escalafón social alto. Te deseo todo el éxito del mundo, aunque sé que el éxito siempre tiene algo que ver con lo que uno se trae entre manos, con lo que uno tiene en su cabeza. Cuando esté muy mayor y muy perjudicado, no me importaría nada encontrarme en el box de urgencias y toparme con ella. Me sentiría muy seguro y tranquilo. Es lo que tiene encontrarse con alguien que se toma en serio lo que hace, que siempre elige de forma ponderada, que tiene una inteligencia poderosa y que sabe aplicarla a todos los rinconcitos de su vida.

Te lo repito, Esther: te deseo toda la suerte del mundo. Sabes dónde dejas buenos amigos. Mientras tanto, tu chico y yo tendremos más que palabras (ya sabes que hay testimonios gráficos) hasta la lejana primavera. 😉

8 comentarios en “Esther”

  1. Hola Raúl:

    Lo primero de todo muchísimas gracias por la entrada, me hizo una ilusión enorme cuando lo leí porque no me lo esperaba en absoluto, pero me encantó.

    Sinceramente, no me merezco todo lo que aquí dices de mí.

    Sé que lo primero que te llamó la atención de mí fue que no paraba de hacer preguntas, que empezabas a contar un chiste o a decir algo gracioso y ahí estaba la pesada de Esther para interrumpirte con una pregunta sobre algo de la pizarra jaja. Ya lo siento, pero eran dudas existenciales jeje.

    Aunque únicamente he pasado dos años de mi vida en este colegio, créeme que me ha marcado y formará parte de mi vida para siempre. Ha sido poco tiempo pero he conocido a una gente maravillosa y he aprovechado todo lo que he podido. Aunque, evidentemente, (siempre lo he pensado y siempre lo pensaré) detrás de un buen alumno siempre hay un buen maestro, y tú, sin duda, eres uno de ellos.

    Esto puede que suene cursi pero eres uno de los pocos profes, de todos los que he tenido, al que admiro y mucho; la razón es simple: un alumno se da cuenta bastante rápido de qué profesores son de los que puede llegar a aprender todo o casi todo lo que espera aprender. Así pues, puedes sentirte orgulloso porque para mí, al igual que para otras personas, eres un profe estupendo y digno de ser admirado, que no es poco.

    Como tú y otras personas sabéis, éste no ha sido mi mejor verano, ni mucho menos, el verano que yo esperaba, pero bueno, he recibido una segunda oportunidad que no todo el mundo tiene la suerte de tener, y por fin puedo decir de forma segura que soy estudiante de primer curso de medicina. Muchísimas gracias también a ti y a otros profes que sé que os habéis preocupado por mí y me habéis ayudado en todo lo que habéis podido, y, aunque no lo creáis, habéis sido un apoyo muy grande, junto con ese buen tipo que tengo a mi lado, que me ha ayudado y me ha apoyado en todo momento.

    Bueno Raúl, muchas gracias (de nuevo) por todo, estoy orgullosa de haberte tenido como profe y te deseo todo lo mejor, que te lo mereces. Sé que dejo a Fridon en buenas manos (pero sin pasarse ¿eh?).

    Gracias por tu confianza. Nos veremos pronto.

    Un abrazo muy fuerte.

  2. Merche, tengo un interés total por Esther, pero no con el matiz que supones. Esther es una maravillosa chica de 18 años que sale con un tipo encantador. Lo que sí es cierto es que me encanta ver esas vidas en el inicio de sus carreras. Yo soy su profesor, con 43 tacos. Y creo que, dentro de unos cuantos años, podré tomarme una caña entre amigos con Esther y Pridom (por cierto: a la primera caña que me tomo con mis ex-alumnos invitan ellos 🙂 ).

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