Estamos en pleno periodo de reforma protestante. Así llamo –con cariño– a los días de revisión de exámenes en la universidad. Para mi suerte o mi desgracia, algunas titulaciones de letras están bien nutridas de estudiantes en las asignaturas que imparto, por lo que es lógico que «caiga» más de uno –y de dos, y de tres– en los exámenes de septiembre.
Con el tiempo, la seriedad en el procedimiento y los plazos es mucho más grande que la penuria con la que vivíamos los que estudiamos allá por el año de la polca. Ahora el grado de indefensión del alumno respecto a todas las cuestiones que tienen que ver con sus calificaciones es mucho menor, y es bueno que así sea. Pero en esa lógica interna del sistema se cuelan los mayores disparates.
Uno de ellos es la costumbre que han cogido algunos estudiantes de pensar que todo es lícito: llegar tarde a los exámenes y soltar exabruptos cuando no se les permite la entrada; querer que se les haga el examen otro día porque el día de la prueba fue demasiado pronto; alegar un millón de incompatibilidades no justificadas ni justificables. Esa sólo es la primera capa del pastel, que continúa con súplicas por el aprobado porque se pierde una beca (aunque jamás se haya asistido a clase, ni se haya profundizado en los contenidos, ni se hayan consultado dudas por correo electrónico o en las tutorías). Encima del bizcocho también tenemos la nata de los que quieren sustituir el examen que han hecho mal por «un trabajillo», o los que afirman que es imposible aprobar, aunque nunca lo hayan intentado y las estadísticas globales afirmen, más bien, lo contrario. Y la guinda está en los modales. Entradas avasalladoras en el despacho sin llamar a la puerta ni dar los buenos días; recriminaciones y salidas de tono; disparidad ante lo evidente y enfado ante lo doblemente evidente.
Lo malo es que es una tónica que se está instalando en nuestro sistema y ante la que más de uno se acongoja. En los días en los que uno califica a los alumnos, que son muchos, los profesores estamos sometidos a una gran presión en un acto que es eminentemente interpretativo y en el que creo que intentamos poner la seriedad necesaria y seguir la máxima de «In dubio, pro reo». Como todo sistema tiene sus excepciones, también hay que decir que habrá alguna mala práctica de los docentes, del mismo modo que es cierto, asimismo, que los rebeldes sin causa también abundan en minoría. Pero no sé por qué me parece a mí que los tiempos están cambiando. Si nadie lo remedia, algún día los protestantes invadirán despachos, no se rasgarán sus vestiduras, sino las ajenas y pondrán a sus docentes en la hoguera, practicando un proceso inquisitivo a la inversa.
Encender una cerilla es fácil. Y también tirar la primera piedra. Cuando llegue el momento, que la lancen con delicadeza.
(Imagen de Cati Kaoe)
Lo peor es que las cosas están de no mejorar… Tienes todo mi apoyo, quien no se lo merezca no debe aprobar.
…pues yo les sufro en el trabajo, algunos llevan cochazos que avasallan, no dan ni los buenos días y quieren que les atiendan los primeros por el hecho de que "soy don X".
Imagino que son sus padres.
En fin, ya sabes, paciencia. ¡No sabes cuánta podemos llegar a tener!
Saludetes
Buenas noches, Raúl Urbina:
Lo que asusta es que este tipo de "rebeldes" -pronto- serán funcionarios, profesores, médicos, abogados, políticos…
Saludos.
Pues, saludo a la autoridad pública educativa para QUE NO PASE NI UNA… ¡manda güivels!
Emilio Calatayud for president.
😉
Ay, hijo, te acompaño en el sentimiento… ¡Con lo que teneis que bregar! No me sorprende que algunos profesores "pasen" de todo y no se involucren en nada, pero los BUENOS como tu y PEDRO O.E., que percibo sois MUY buenos, seguid en la brecha porque algun estudiante saldrá adelante y siempre os lo agradecerá. Pero alucino de cómo está el patio universitario… Besotes, M.
Ya te dije que el tema valía una entrada…
Desde mi perspectiva de alumno que se ha introducido en otra generación, veo con claridad todo eso y mucho más (nulo respeto en clase, actitud…). A mi no me deja de sorprender y eso que a mis compañeros les saco entre 7 y 10 años.
Aunque también he visto y experimentado la parte de los profesores, buff.., merecerían una o dos entradas esas cosas tan jugosas que uno sabe…
Es el mundo al revés… Desde mi modesta opinión (sin ninguna experiencia) todo se resume en un par de palabras mágicas, pero olvidadas (por culpa de los padres) "respeto" y "responsabilidad"·
Yo he llegado a recibir la visita de un novio protestando la nota de un alumna suspensa…
Hoy casualmente me he encontrado con mis notas de primero de bachillerato y tengo sendos unos en Filosofía y Lengua, en la primera y la tercera evaluación respectivamente.
Serás! Yo no soy de unos Señor Urbina!
Espero que te duela saber que manchaste mi esplendido curriculum.
jajajaja