DI. Este ha sido el lacónico mensaje que, hace unos días, me envió mi ignota Chipirón negro. Lacónico y redundante, pensé. Porque las palabras, y más cuando son voladoras, dicen. Por si mismas o –mejor– por el sujeto que se acurruca después, dotándolas de significados. Luego le di alguna vuelta de más, porque sus mensajes suelen llevar carga escondida, y me dije que había estado mucho tiempo sin escribir una entrada, así que su imperativo era una manera de animarme a la escritura.
Me quedé sin saberlo hasta hace unos pocos días, cuando una secuencia ordenada de mensajes enhebraron el hilo. El primero era también de lo más escueto: «Vaya, Garbanzo Negro. Y yo pensé que sabías latín: DI». Le empecé a dar vueltas a todas las conjugaciones posibles hasta que, por fin, me di cuenta de lo elemental: era un número romano. En efecto, la aparición –cada vez más espaciada– de Chipirón Negro en esos mensajes a mi bandeja de correo suelen estar emparejadas con las efemérides. Y un mensaje recibido unos minutos más tarde lo corroboraba: «He estado esperando que te las apañeses sin mí para tu entrada número 500, pero veo que no sirves para nada, Garbanzo. Te has tirado doce entrada para pasar por las narices al respetable tus viajes por el Caribe disfrazándolo de relato profundo. Tú mismo, turista. Tú mismo. Por lo menos, yo te sirvo los temas en bandeja. DI, Garbanzo. DI».
Si he de ser sincero, no se me había pasado por alto la inminencia de mi entrada 500 en un blog. Quinientas entradas son muchas y consolidan, creo, un trabajo asiduo durante mucho tiempo. Fui dándole vueltas a posibles ideas, pero ninguna me parecía buena. Ninguna, al menos, digna de servir de frontera.
Chipirón me dejo algún mensaje más en los que me dejaba pequeños puntos de partida. «Garbanzo, ahora me toca dejar unas miguitas de pan para que no te pierdas. Seguro que eres de los que necesita un GPS para ir a la tienda de la esquina. 501 es un número muy tuyo. Te pega». La pequeña certeza de que Chipirón es alguien que me conoce realmente o que posee un umbral olfativo sorprendente en lo que a mí se refiere. Ya casi no los uso, pero tuve una época marcada en mis piernas por los Levi’s 501. No era cuestión de pijotería. Simplemente, me gustaban. Otro día contaré los azarosos viajes de un día en tren hasta Hendaya para comparme los pantalones en Francia. Tengo algún resquicio de mi gusto por la marca, como un par de camisetas con el logotipo de la marca estampado.
Sin embargo, ahora mismo no me identifico entre-en-con ellos, así que no entendía la idea de Chipirón. El mensaje que me mandaría un poco más tarde –os recuerdo que nunca le contesto a los correos– no me aclaraba nada. Más bien, lo enturbiaba. Ponía tan sólo: «Argentina». Como no tengo nada que ver con Argentina, a no ser el hechizo que comparto con muchos de mis paisanos por su acento, o la calidad de algunos de sus anuncios publicitarios, no sabía por dónde iban los tiros. Tampoco he visitado el país, tristemente; no conozco a ningún argentino… En fin, un lío. A los pocos minutos, llegó otro cibermensaje. «Jóvenes argentinos». Decidí tirar por la calle de en medio y me fui a Google a teclear esto. Y casi me vuelvo loco, porque no veía ni común denominador, ni máximo común divisor, ni mínimo común múltiplo. Ni por el derecho ni por el revés. Ni por el haz ni por el envés. Pero como tengo como principal virtud y defecto –a partes iguales– la cabezonería enconada, seguí rastreando y, en este caso, creo que lo encontré. Esta vez pillé a Chipirón antes de que se las diese de lista, ella que tanto me lo recrimina. En el sistema de votación obligatorio en Argentina, existe un grupo de jóvenes llamados los «jóvenes 501» que, para burlarse de un sistema autoritario de democracia (una buena contradicción, albicelestial para ser argentina), deciden justificar su inasistencia a las votaciones por encontrarse a 501 kilómetros de su jurisdicción electoral, justo el límite impuesto por su legislación.
Me senté como un gilipollas ante Gmail esperando que pasasen los minutos para ver su nuevo mensaje. Éste se hizo esperar un par de horitas. Entre otras cosas, decía: «Sí, Garbanzo. DI. 501. Argentina: todas las pistas para un tipo listo. Anfibologías, Indeterminaciones e Incógnitas a partes iguales e inconexas. Aunque últimamente eres un blando, aunque últimamente tu blog se ha quedado más vacío de contenidos para convertirse en un blog de sentidos, creo que eres un joven, con perdón, 501: un tío que lucharía por votar cuando no le dejasen y que se aleja de elegir cuando le obligan. El 501, como los pantalones vaqueros, es un signo de frontera y de límite. De encontrarse siempre fuera sin poder sentirse nunca de ningún sitio. Eres un puñetero blando, Garbanzo Negro 501, un ángel custodio de las ventanas que esperan un salto. La cobertura del azar detiene tus ladridos, que ansían ser dentelladas y que no lo consiguen. Eres un tipo de la frontera, que se acerca cuando le echan y se aleja cuando le acercan. La contradicción permanente, un niño en el buen sentido de la palabra y un puñetero crío en el sentido malo. La función de tu blog está empezada. La empezaste hace mucho. La has continuado con la tierra de la frontera, con los sudores de la risa y las lágrimas de la tristeza. Ahora te queda celebrarla sólo un rato y pasar página. Hasta llegar a otras quinientas».
Yo, en esta ocasión, me dedico a celebrar mi entrada 501 como al pardillo al que sus amigos le dan una fiesta sorpresa. Pero una cosa es cierta: algo de ese espíritu 501 me queda. Y también mucha carretera.
espero llegar a ver los M y ? porque ya sólo leo en la pantalla.
…y mis Levi's aún no me caben, jolín con los helados…
Ah, sigue conduciendo, que se hace muy agradable este caminito…
saludos cansados,
jero
Pues a mí también me gustan los 501, los empecé a gastar a la vez que probaba el brandy del mismo nombre, o número, y era mucho peor el alcohol que el algodón. Los sigo usando, soy un nostálgico de los vaqueros como el rock manda.
Mi más sincera enhorabuena por la marca, la conseguida, no la de la etiqueta. Esos quinientos zarpazos de buena literatura (uno lo doy por descartado estadísticamente, no porque lo haya encontrado, sino porque hasta los dioses son falibles) son un traje que te hace ya muy visible. Hay que encontrar el papel adecuado para tus escritos.
Por cierto, verdadera o apócrifa, Chipirón me cae genial, sabe mezclar placer y dolor cuando mete el dedo en la llaga.
Un abrazo.
Sobre Chipirón y la Identidad, vean ustedes la entrada 502.
Muchas gracias a los que me han hecho llegar sus felicitaciones, que son recíprocas. Sin todos vosotros, esto tendría poco sentido.
Kokycid, la foto la encontré en la Red y sí, pertenece a unos 501, aunque deben de ser una reliquia histórica, porque son uno de los modelos más añejos.
Pecando de pedante y pejiguero… ¿seguro que la foto es de unos 501? Parecen de otro modelo.
Personalmente me gustan más ahora los Levi´s 501 que en su época de esplendor, hoy han logrado ya el estatus de "clásico" como la Vespa , el Casio digital o el Mini. Respecto a Chipiron es una bomba. ¡Que cosas más interesantes dice, y como las dice!. Enhorabuena y a por el millar.
Y nosotros, los lectores, a la vuelta de agosto, celebramos la entrada 501. Con o sin vaqueros.
Puede ser la vecina de enfrente, te ve con cara de circunstancias enfrente de la pantalla del ordenador y sabe cuándo las cojes al vuelo y cuándo no…
No puede ser tan lista…
Sigo ensemismado con Chipirón Negro. Seguro que me he perdido cápitulos en todo este año…
Y también creo Raúl, que te está tirando los tejos…
PD: Aún tengo nuestras cervezas pendientes en mente.
Me parece que Chipirón Negro eres tu mismo… tu alter ego… Espero ansiosamente tu crónica del viaje en tren a Hendaya a comprarte los jeans…. Besotes, M.
¿Seguro que no eres tú?… DI