Es un día plenamente infantil. De espíritu, naturalmente. Porque, de pecho a espalda, de planta de los pies a coronilla, las vacaciones turísticas son infantiles. Por excelencia. Llegamos al Caribe de facto. Hasta ahora, el Caribe era sólo un espejismo reflejado en unas cálidas agua de un océano atlántico. Pero ahora sí, ahora podemos decir que nuestros pies se bañan en las aguas del Caribe.
Comenzamos con un periplo en autobús del que daremos cuenta en nuestra próxima entrada. Hoy, como decía, es día de fiesta para nuestros espíritus. La aventura comienza en un catamarán que, acompasado por el ritmo del mar y percutido por el ritmo machacón de los altavoces, nos va adentrando por lo que tanto habíamos soñado, de grandes y de pequeños. La cosa comienza mal, porque uno de los hitos en la travesía es ver la isla donde tienen sus lindas chozas los famosos. Esto nos emociona a medias, porque hasta que los famosos no vengan a Burgos en autobús para pasar por enfrente de nuestra casa no estaremos en igualdad de condiciones.
Pero, después de la anécdota, empezamos a divisar Isla Catalina, un maravilloso paraje natural que los turistas como nosotros acabaremos por joder pasando el tiempo. Esto de joder, siempre que sea mutuo, es culpa de dos partes, así que sólo me siento parcialmente culpable. Una isla bautizada por Colón y avispero de piratas que acechaban los barcos que partían de La Española. A los turistas nos gustan los piratas del mismo modo que, como burgueses, nos gusta salir de nuestra monotonía con bañadores de alegres estampados. Los piratas gustan por marginales y todos tenemos un pirata dentro del que sólo sacamos a pasear pequeños guiños, gestos y maneras a lo largo de toda una vida. Pero, cuando bajas de la lancha rápida que te ha acercado a la playa, es inevitable mirar a lo lejos para, después, coger aire profundamente y fijar tus ojos en el cielo. Los dólares que han gastado los has invertido profundamente en un territorio privilegiado, bello como sólo pueden serlo los territorios de nuestros sueños.
El día pasa entre deportes acuáticos tripulados a velocidad de vértigo mezclados con la práctica del snorkel por el coral. Un servidor, que ha sido muy de documentales antes de que ahora le sirvan para mecer su siesta, cuando respira por un tubo mascado por cientos de sus iguales, cuando mira por las gafas que otros tropecientos han usado, se siente único. Ya es bonito, de por sí, escuchar la respiración propia como si fuese ajena, inutilizada la nariz; pero eso no es nada cuando fijas la vista entre las aguas y ves todo lo que has visto en los acuarios allí, ante tus pies. Por un momento, te sientes enajenado de todo lo que no es la contemplación del paraíso mismo.
El día transcurre con toda la placidez del azul turquesa de las aguas, alimentados por langosta a la plancha y mojados por los poros de nuestra ilusión. La vuelta, en un barco de pesca, es más accidentada, con una mar cabreada que provoca que tengamos que rescatar a un muchacho que las pasaba canutas en su lancha. Pero la aventura no acababa, porque nos aguardaban los Altos de Chavón, que para mí no tienen interés alguno: a un millonario le da por hacerle un regalito a su hija y estampa en piedras y edificaciones las ciudades italianas del Medievo.
No obstante, subir a los Altos de Chavón nos permite ver el río Chavón mismo, del que me importa un huevo que fuese escenario para el rodaje de Rambo II. Fue también el lugar de rodaje de Apocalypse Now, y eso sí me llega al corazón de las tinieblas. Es la paradoja viviente de un paraíso del trópico americano que se viste ahora para la guerra de Vietnam. El hombre que se mete en medio de la naturaleza para sufrir todas las consecuencias. Todo lo contrario de nuestra visión, edulcorada por nuestras cámaras digitales y sonriendo, inconscientes de nuestros destinos, que siempre son los mismos.
Un día –el día– en el que llegamos, nadando y ojo avizor, al centro de nosotros mismos.
BIPO, ja,ja, ja… Besotes, M.
"Esto nos emociona a medias, porque hasta que los famosos no vengan a Burgos en autobús para pasar por enfrente de nuestra casa no estaremos en igualdad de condiciones"… 😀 😀 :D…
El arrecife de coral ha tocado mi fibra sensible… también la langosta a la plancha, lo reconozco.
Eso sí que son Vacaciones.
Jerónima
(Cada vez más verde).
He seguido tus entradas vacacionales y estoy encantado, me reconozco en alguna de las sensaciones que describes, que tan bien escribes, y me he enamorado de la entrada número 7. Con esa me identifico plenamente. Me ha impresionado la imagen de las palmeras superando en belleza a las banderas, tenía que decirlo o reventaba.
Un abrazo, y otro para Alberto.
¡Me ha encantado tu relato! Pero me ha dado un yu-yu cuando has hecho snorkling con ese tubo y gafas usados antes por ¡tropecientos turistas! Sigue contando que siento que estoy haciendo el viaje con vosotros… Besotes, M.
Tu entrada de hoy si que me da envidia… ¿Eso de ir soltándonoslas a cuenta gotas es una tortura refinada para los que aún estamos al pie del cañon?