De aquí para allá

AUS 012-1B 

De aquí para allá, de la ceca a la meca, de un lado a otro, dando tumbos. Una piedra en el camino y el destino. Rodar y rodar. La letra con sangre entra y a buenas horas, mangas verdes. Amanece y madrugamos, aunque no por eso sale el sol antes. No recuerdo si marceó en marzo, si llovió mucho o poco en abril. Sólo sé que un día entró mayo por la ventana y otro día, como un mes más tarde, volvió a salir. De puntillas y sin hacerse notar. La inconsciencia y la inconstancia no nos avisó de que junio se coló en nuestros corazones. Tampoco fui nunca consciente de la altura de vuelo del grajo. Ni de qué color son los picos, si no son pardos. Tengo que ir a una mercería un día de estos, porque me gustaría visitar la capital Navarra; he ido a Madrid –puestos a hablar de él– con frecuencia, pero no he estado nunca en el cielo. Ni he bailado el chotis. Ni en una baldosa ni en baldosa y media. Hice de mi juventud una gramática que nunca fue parda. Hice de mis ochenta un emblema personal e intransferible. Y dediqué el resto de mis años a contemplar los minutos en relojes blandos, a manejar las hojas del calendario con la síncopa del desorden ordenado, a brujulear por todos los caminos y carreteras, trotando siempre a un ritmo por encima del normal. Una vez al año, ni el ermitaño; una vez al mes, es escasez; una vez a la semana, es cosa sana; una vez al día, es demasía. Esto vale para todas las pasiones, las de arriba y las de abajo, pasando por el centro. Nunca digas nunca jamás. El valle fue verde y París valía todas las misas del mundo, porque al final siempre acaba todo con “Ite, missa est”. Que no es ninguna broma. Cayó Babilonia y girar el cuello te convierte en estatua con el cloruro de sodio como elemento. Me han cambiado en más de una ocasión por un plato de lentejas. No me han expulsado del Paraíso, porque nunca he entrado. Porque el Cielo puede esperar. El Ocaso de los Dioses llega en forma de película, aunque yo prefiera llamarla Sunset Bouledvard y Joseph Cotten escribe porque tiene que comer y no ama porque amar es siempre una impostura. Me he deshidratado en muchas ocasiones por no arrimarme a la umbría de ningún árbol, aunque si fuese un peral de sabiduría me lo pensaría. No soy muy amigo de mis amigos, porque soy un impresentable, ni tengo patria ni bandera: mi orientación espacial nunca fue muy buena y soy daltónico por dentro y por fuera. Nunca limpio los cristales porque no me gusta que llueva: no soy agricultor ni tengo que cobrar ningún seguro por la cosecha perdida. Las ranas criarán pelo cuando yo decida ciertas cosas, y eso no lo digo en detrimento de mí mismo, sino de las ranas, que tendrán que depilarse. La mantequilla es de Soria, o de París si no es a ritmo de tango, del mismo modo que la sobrasada es una forma de tomar chorizo untado entre pan. Y del cerdo, más que sus andares, me gusta verlo por Jabugo o por Guijuelo. Al caballo regalado nunca le tienes que mirar el diente pero, si de cerdos se trata, le tienes que mirar las pezuñas. La arruga es bella si es en la camisa, nunca en la cara. Los rotos se juntan con los descosidos, los descosidos con los rotos, aunque nunca salga el sol a gusto de todos. De todo el orbe de palabras que giran por aquí y por aquí, sólo tengo clara una cosa: que me gusta el chocolate espeso. Y ha venido ahora Blas, me ha mirado por encima del hombro y me ha hablado. Así que punto redondo.

(La fotografía es de mi hijo Alberto)

9 comentarios en “De aquí para allá”

  1. Si hijo si… al pan, pan y al vino vino y sabiamente decía mi madre "Cómo era tuerta con el culo cerraba la puerta"… transgresor naciste que eso no te ponga triste.

  2. Buenas noches Gelu (nuevamente con el permiso de Raúl) de Bunbury como de Julio Iglesias me gsutan todas. La chica triste es una preciosa canción. Y muchas gracias por tus comentarios. Saludos a ambos.

  3. Buenos días, Raúl:

    ¿Hoy estás?.

    Con tu permiso. Para KOKYCID:

    ¿No te gusta más la canción de Bunbury, "La chica triste que te hacía reír"?. Pues éso. Abrir los ojos, y luchar. No hay otra. Dejémonos de flojeras, autocompasiones que no van a ningún lado y de cuentos chinos. Hay que salir a la calle, buscar a tu chica. Luego le invitas a una buena taza de chocolate con canutillos. Verás que cambio.

    Saludos.

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