De medias naranjas, disparos fallidos y sogas al cuello

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Cuando se mueren los actores, se mueren parte de nuestros sueños. Así lo creo y así lo dije, de hecho, en una entrada hará cosa de un año.  Hoy, la muerte de David Carradine me lo ha vuelto a corroborar. En este caso, no se han muerto tanto los sueños por un grandísimo intérprete (su padre,  John Carradine, sí lo fue), sino porque los que contemplábamos  –nunca mejor dicho– como niños la televisión de los primeros setenta vivimos algunos de nuestros momentos inolvidables gracias a Kung Fu.

Pero hoy no quería hablar de esto, porque ha sido, es y será contado durante estos días por miles de blogs de manera mucho más eficaz y brillante que la mía. Quería hablar hoy de algo que me ha llamado poderosamente la atención desde siempre: la complejísima personalidad de los actores (extensible a casi todos los que dedican sus vidas, de una u otra forma, a la creación). Para muestra, tres botones, que seguramente ampliaré en alguna entrada más en un futuro no muy lejano:

Empezando por el final del título de la entrada, vayamos a la muerte de David Carradine. Encontrado muerto en la habitación del hotel en Bankok a los setenta y dos años, desnudo y con una soga al cuello. Se trate de un suicidio o de una estimulación sexual a mayores con ausencia de oxígeno, su muerte evidencia el paso por lo extremo, poco afín a ese gusto por la cultura oriental que profesó a raíz del éxito de la serie televisiva. La imagen de un David Carradine con un tremendo éxito que, precisamente por eso, no le brindó las oportunidades de brillar en otra cosa que en el pasado, nos brinda ahora esa muerte extraña, un final no deseado, algo desajustado, para aquellos que deseamos ser como él jugando en el recreo y que ahora nos alejamos de la muerte del «pequeño saltamontes». No es, desde luego, el caso más raro.

Otro ejemplo de vida con múltiples azares fue la de David Niven, el perfecto caballero inglés de la pantalla grande, cuya sonrisa, entre irónica y elegante, escondía más de un tenebroso secreto, entre los que se cuentan la violación siendo un niño; el descubrimiento de que no era hijo de su padre fallecido, sino del hombre con el que su madre se casó después; un suicidio frustrado y un firme propóstio de uxoricidio. El disparo fallido del que habla el título de la entrada fue el de una pistola que Niven, desesperado por la muerte de su mujer Primula. Para más inri, Primula murió en la casa de Tyron Power fugando al escondite. El gatillo del arma se encasquilló y Niven tuvo la suerte de seguir viviendo entre la bebida, las mujeres y las películas.

Quizá los dos anteriores no sean ejemplos sublimes, sino ilustraciones de que la vida de los actores, esperablemente placida y abrigada por el dinero, no se aleja demasiado de las encrucijadas de los personajes a los que encarnaron. Por eso dejo para el final una de las muestras más representativas: Errol Flynn. Acusado por algunos de ser un espía al servicio de los nazis o ensalzado por todo lo contrario (fue firme defensor de la República en nuestra Guerra Civil), Flynn era un maniático del alcohol y del sexo. Obligado por contrato a no beber una gota de alcohol durante el rodaje de una de sus películas, Errol Flynn sorprendía a todos cada mañana con una cara saludablemente lúcida, cambiando la botella y el vaso por una naranja recién cortada a la que exprimía el jugo con sus dientes y sus labios. Lo que los productores no sabían era que el actor tenía en su caravana todo un surtido de naranjas a las que previamente inyectaba todo el vodka que cabía entre sus múltiples efluvios de vitaminas. El sexo era uno de sus puntos fuertes. Como contemplador o voyeur, Flynn acogía a todo un surtido elenco de amigos en su mansión, famosa por sus fiestas orgiásticas. Sus invitados no sabían que Flynn tenía un complejo de agujeros y espejos en cada habitación, gracias a los cuales contemplaba los pinitos sexuales de sus conocidos. Pero lo verdaderamente sorprendente para propios y extraños eran los grandes fines de fiesta, en los que un Errol Flynn totalmente cocido y desnudo obsequiaba a todos con unos conciertos de piano en los que no utilizaba las manos. Dejo a la imaginación del espectador los vericuetos de la interpretación pianística del actor. Flynn murió relativamente joven, creo que a los cincuenta años, bien exprimidos y bien tocados por todos sus jugos preferidos.

En suma, muchos actores pasan por sus vidas muy alejados de lo que aconseja el bienestar facilón y burgués. Se embarcan en vidas que, sin suyas lo son, o que lo son sin ser suyas. Toda su complejidad las hace difíciles, laberínticas, extremadas. Quizá sean los destellos de la excentricidad lo que les hizo diferentes. Quizá ser diferentes les hace ser excéntricos.

Mientras tanto, nosotros quizá nunca lleguemos a exprimir de ese modo esas medias naranjas, ni se nos encasquillará el gatillo, ni buscaremos el placer en apnea. Quizá seamos más felices. Pero nunca seremos diferentes.

6 comentarios en “De medias naranjas, disparos fallidos y sogas al cuello”

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