Es una buena pregunta, no me lo negaréis. Si la contestamos, tendríamos a un palmo y medio la resolución del misterio del Universo (porque estamos tan sumamente pagados de nosotros mismos que pensamos en la equidad entre Nosotros y el Mundo).
Los orbes celestiales estrechan sus esferas hasta llegar a palparnos a nosotros, dueños del mundo, dueños de las pescadillas desde los mares a las pescaderías, dueños de los rescoldos de tristeza mal apagados. Emperadores de nuestro sofá y nuestro cojín, reyezuelos de nuestros secretos más íntimos. Validos de los deseos de los demás, secretarios de Estado de nuestro ánimo, jefes de sección del día que tuvimos un mal día. Que, al final, fueron muchos. O pocos, según se mire, según se mida.
La pregunta del cabecero de nuestra cama y del encabezamiento de nuestra entrada es segmentable. Las palabras son tan cortas que no admiten una disección a lo Jesulín, ni derivaciones espurias a lo Sofía Mazagatos. Por qué. Somos. Así.
Así de sencillo y así de complicado, así de grande y así de estrecho. Así de elegante y así de desgarbado. Todo el Mundo, todo nuestro Yo contenido en una pregunta.
Que somos es un hecho no comprobado. Desde el momento en el que dejó de valer el cartesiano «Pienso, luego existo», nos hemos arrojado a la deriva de no saber si somos o no. Entre otras cosas, porque no siempre pensamos; pero, sobre todo, porque no sabemos si somos siempre el mismo yo cuando lo hacemos.
Así es de esos adverbios de modo. Como yo no sé muy bien lo que es un adverbio, como no sé lo que es así, porque siempre me acuerdo de mi madre (todas las madres del mundo han dicho en algún momento «ni así ni asá»). Porque así supone la posibilidad de ser de otra manera y yo no sé cuál.
Y luego llega el por qué. Pero ahí sí que sí. Ésa es la terrible pregunta. Y nunca he sabido, y nunca me he atrevido a plantearla.
¿Alguien –por favor– conoce a un especialista?
(Imagen de Nick Wheeleroz)
¿Por qué somo asi?, ¿cómo…? Porque nunca somo iguales. Ya no somos iguales a ayer, ni pensamos lo mismo, ni tenemos las mismas celulas, ni tan siquiera -seguramente- pesamos lo mismo.
No sé, cada vez que paso por el espejo he de volver a presentarme a mí mismo porque ya me había olvidado de cómo era. A veces me caigo simpático y otras como el culo, con perdón, de manera que no sé muy bien quién soy, ni siquiera si soy, y lo de preguntarme el porqué me parece tan lejano…
Lamento ser de poca ayuda, hoy me he vuelto a encontrar unos minutos conmigo mismo y me he parecido un poco espeso.
Yo conozco un especialista….pero es imbecil, asi que no le voy a preguntar.
Muy filosófico tu planteamiento y todos seríamos unos genios si supiésemos la respuesta. Yo soy así porque el mundo me hizo "asina"… yo ya ni me lo planteo para serte sincera. Bello post, querido Raúl. Muchos besotes, M.