Todos nosotros mantenemos tensiones constantes entre deseos opuestos. Los hombres, por ejemplo, tenemos una disonancia cognitiva cuando nos preguntan si nos gustan más las rubias o las morenas, porque nos gustan todas a la vez, aunque sepamos que no es posible. Las mujeres de una edad, por ejemplo, «sufren» de disonancia cognitiva cuando oscilan entre pasar un buen rato con su chico o estar con su madre. Los niños se tambalean en sus afectos cuando tienen que elegir entre espaguetis o pizza. Y los abueletes jubilados oscilan entre el placer por la contemplación de una gran obra pública o la desaprobación cuando ven a dos jovencitos degenerados que se besuquean.
La disonancia cognitiva es un concepto típico de la psicología social. Todos defendemos nuestras opiniones con razones, o defendemos nuestras razones con opiniones. Que es a la vez lo mismo y no lo es… Y ya volvemos a la disonancia cognitiva. Somos como nos han educado y nos han educado como somos. Somos buenos jugadores y mejores personas, o mejores personas siendo buenos jugadores. Somos la pescadilla que se muerde la cola y que sufre por el mordisco.
Somos seres contradictorios y no nos entendemos. Por eso nos entendemos también (y tan bien), en nuestra propia contradicción. La disonancia cognitiva nos enseña el conflicto en nuestro comportamiento. Yo soy un gran disonante en mis cogniciones. Sé qué no debo comer tanto mientras parto unas rajitas de chorizo, sé que no debo enfadarme cuando ya estoy en mitad del grito, sé que no debo jugar para ganar pero quiero superar al contrario… Cuando tengo que trabajar, sufro mientras estoy atado al sillón descansando de forma obligada. Y, sobre todo, sé con certeza –porque lo decidí hace muchos años– que cuando voy a un restaurante tengo que comer pescado. En ese justo instante, me sorprendo a mí mismo pidiendo un chuletón «al punto». Y sufro mucho, creedme. Mucho, mucho. Será que disfrutamos cuando sufrimos, aunque no nos guste ser masoquistas.
tambien hay algo que llama reducir disonancia aunque tambien se sufre intentalo jejeejej
tambien hay algo que se llama… reducir la diosonancia aunque sufririas igual.. pero intentalo… jejeje
Veamos… ¿qué es eso de que nosotras dudamos entre pasar un rato agradable con nuestro chico o con nuestra madre? Perdone usté, nosotras tenemos claro que nos gustaría estar tomando algo con alguna amiga, o dándonos cualquier otro homenaje al cuerpo. Además nos sucede lo mismo, que nos gustan jovencitos.
(oye, phsss, phsss, que lo de que sufres por el chuletón, no cuela…)
Confieso que mi vida es una rima disonante, eso sí, con versos libres.
¿O era rima libre con versos disonantes?
Preciosa entrada, Raúl.
Buenos días, Raúl Urbina:
Creo que la clave está en el tiempo. En la edad.
Como sé que te gusta el cine, seguro que viste la película de Sophia Coppola, "Lost in translation". ¿Recuerdas la escena del taxi, y el diálogo entre Bill Murray y Scarlett Johansson?.
– Aún no sé lo que quiero ser.
– Ya lo averiguarás.
– Cuanto más sabes quien eres y lo que quieres, menos te afectan las cosas.
… Y es que… a veces, hay que irse a la otra parte del mundo para completar el círculo.
Saludos.
Pues sí, querido, somos MUY contradictorios aunque creo que esa es la sal de la vida. Sobre el masoquismo, sí que me he percatado que los de Castilla–será por el clima, la falta de mar–tendeis a ser bastante sufridores y depresivos. Una pena. ¡Venid a Ibiza! Besotes, M.
Será que sin sufrimiento la vida no tiene sentido, pierde la gracia… y no solo el sufrimiento que produce saber que no estás haciendo lo que debes y que después te arrepentirás.
Si no el sufrimiento diario, el de los pequeños problemas (disonancia cognitiva) si no, la vida pasaría de largo.
(alumna hace un par de años ;D )
No conocia el concepto, pero viene a ser la eterna contradicción, o no?
Algunas veces me sorprendo a mi misma siendo coherente, calmada eligiendo bien… sólo algunas veces…. snif, snif…