Esta tarde me he impuesto a mí mismo unos momentos de descanso. Después de comer, el sopor ha ido empujándome hasta el sueño, que ha sido breve pero reconfortante. Después he leído uno de esos libros policiacos que se van olvidando a medida que los vas leyendo y luego he encendido la televisión como pocas veces suelo hacerlo. Con la intención explícita de buscar lo más cochambroso que arrojase la pantalla a mis ojos. Lo he conseguido con creces. He sentido un proceso de identificación gratificante. Un proceso de identificación entre el contenido y el continente. Entre el dentro y el fuera. Por un momento, he pensado que la televisón se había convertido en un espejo. ¡Qué susto!
Tú no veas lo que es tomarse un café con unos contertulianos que hablan de Granjero busca esposa… AGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG
Igual que un atracón en el Mc Donalds, o una enorme borrachera, el sobre consumo de televisión proboca, aveces, una catarsis liberadora.
Me parece que fue una pesadilla que tuviste mientras echabas tu cabezadita… Besotes, M.