Mientras arrecian los vientos fríos y húmedos, una avalancha de minutos ha traspasado la noche para quebrarla. Han irrumpido en tromba, avisando pero traidores, se(s)gándonos una hora de sueño. También nos han ahorrado una hora de pesadillas y de angustias. Las consecuencias serán rápidas y manifiestas. Los días más agradables, las tardes más largas, invitando al paseo cuando emigren las ventiscas y las lluvias. Las ventanas recogerán luz a las ocho de la tarde, mientras nuestros cuerpos se abrirán a la experiencia alargada del calor, del deseado día ameno, enquistado en los veinte grados.
La avalancha de minutos penetró en la madrugada para quedarse entre nosotros, con esas ilusiones que se resumen en segundos, con ese entrar entrar airososo de los viejos conocidos en el salón de nuestras casas. Bienvenidos al nuevo día, a la nueva tarde, a la nueva vida. Seamos felices mientras el sol se alarga. Algún ladrón de días luminosos nos timará regalándonos una hora para robarnos los rayos del calor. Pero eso será –como casi todo– más tarde.
(Imagen de Nilton Ramos Quoirin, vía Pasa la vida.)
El cambio horariome implica casi tres días bostezando y aún más alelado.
Se me olvidaron los besotes. Besotes, M.
Los cambios horarios primaverales y otoñales afectan mucho ¡mi ritmo biológico! No puedo con ellos. ¿Ahorro de energía ? ¡paparruchadas! Es otra forma de tenernos a todos controladitos…
Yo quiero ir al paso de la tierra con su rotación y su traslación y no contra natura
Y mañana cuando lleve a mi hija al cole volverá a ser de noche. La botella medio vacía a primera hora y medio llena por la tarde. La vida a tragos.