Hoy ha olido a primavera en Burgos. El mercurio, acostumbrado a cobijarse en la parte baja del termómetro, ha decidido acompañar al sol y elevarse alto, con esas temperaturas que hacen que la gente salga a la calle y que demuestra que Burgos es una ciudad con vida más allá del calor concentrado de los bares. Hacía falta calor en los cuerpos y en los corazones. Entre los descansos del trabajo, me he puesto a la tarea ingrata de pensar sobre nuestras vidas y he pensado en la mía. Dulcemente. Poco a poco. Debo de tener un síndrome, porque cada vez soy menos tolerante con las personas que me rodean (exceptuando un círculo cerrado de amigos, familia y gente a la que tengo un respeto sincero). Me molesta especialmente esa tendencia a ser «Maricón el último» y, mucho más que esto, me molesta esa tendencia victimista de los corderillos inocentes que aparentan no haber tirado ninguna piedra. Nunca. A nadie. El calor, esta tarde, ha provocado que mi sangre se encienda y se niegue a poner más mejillas de las que quepan en una cara normal y corriente. He pensado que cada cual es víctima de sus decisiones, de sus errores y de sus omisiones de auxilio y compañerismo. Los mofletes no están hechos para acalorarse a base de bofetadas, sino del sano calor tibio de estos días cercanos a la primavera. Lo digo como advertencia a los hijosdelagrán que andan por ahí sueltos. Que hace mucho tiempo que no sale a pasear mi tendencia cañera. Así que mariconadas, las justas.
(Imagen de Víctor Nuño)
Esto ya está mejor, menos circunstancial y más optimista. La primavera nos trerá la vitalidad que creíamos perdida, hay que tener paciencia. Un abrazo.
Los de Burgos estais muy inspirados con esto de los almendros en flor… ¡Me alegro! (Por cierto, he tenido muchos problemas para acceder a tus comentarios…). Besotes, M.
¡qué bonitas las flores en primavera!…
Es la tercera vez que trato de decirque mal de muchos… Solo en esta ultima semana he conocido a mas de diez hijos de la gran… Pero como decia Loquillo: "A por ellos que son pocos y cobardes" (Si esta vez no se publica, desisto).
A. albus crece de forma silvestre en praderas y llanuras soleadas de España
Voy corriendo por la orilla del Arlanzón en
dirección a Gamonal, Las únicas flores
que encuentro a mi paso son pequeñas margaritas
que nacen entre la hierba que cubre las
orillas del río. Una nube de edificaciones se
levanta sobre los antiguos terrenos donde los burgaleses
se enfrentaron a las tropas de Napoleón,
y los jardines han sustituido a los antiguos campos.
En ellos solo hay violetas, pensamientos o
alguna rosa asfixiada por la polución. No hay rastro
de las flores que busco.
(Jovenes escritores.Burgos al natural un entorno que cambia
Pablo Quintana Jabato)