Hace un año, publiqué una entrada titulada «¿Serán aparatejos como Kindle los sustitutos del libro?» Como estudioso de los nuevos fenómenos comunicativos -¡qué pedante suena eso, por Dios!-, sigo bastante de cerca estos asuntos desde hace años. El lector de libros electrónicos de Amazon, tiene ahora una nueva versión, llamada Kindle 2. Una auténtica preciosidad. Los puristas del papel estarán ya a punto de abordar mi página, pero creo también en la estética de la electrónica. El Kindle es bonito. El iPhone es precioso. Los Mac, la quintaesencia de la elegancia útil. Tampoco soy sospechoso de pertenecer a las sagas de los deseñosos de lo añejo. Uno es filólogo y ha tenido entre sus manos libros maravillosos, los ha palpado, los ha olido. Ha pasado por sus páginas y ha acariciado más lomos de papel que nalgas de mujer (no sé si para bien o para mal de los libros y de las mujeres). Y me he deleitado horas y horas con la lectura de esos aparatos llamados libros. Sin embargo, en esto del libro electrónico soy un echado para adelante. Desde luego, creo que a los medios de prensa escrita les quedan dos telediarios en su formato y concepción actual. Ya he dicho por ahí que antes las enciclopedías en voluminosos volúmenes engalanaban el salón y nuestros deberes escolares; luego el paso fue la enciclopedia en CD-ROM, luego en DVD… y luego la Red, la Red y la Red. Con toda la actualización, con ninguna discriminación por parte de los que no saben distinguir la información del conocimiento. Leo en El País un interesante análisis sobre los interrogantes que caen en España sobre los libros electrónicos y lo que más me preocupa es que en España el vacío sobre el libro electrónico llena todos los anaqueles de la estantería digital, por más que tengamos un lector de estos libros de cuño español: Papyre. Decía más arriba que el libro es un aparato, cosa que parecemos olvidar. Y que lo que es normal y tradicional antes era novedoso. Fue novedoso el formato en cuadernillos cortados y encuadernados, fue novedoso el papel, fueron novedosos los diversos sistemas de escritura, fue novedosa la imprenta. El objeto tradicional libro es tradicional ahora. Pese a la estima que suelo tener por todos las opiniones de José Antonio Millán, todo un experto en el tema, no estoy de acuerdo con él en la matización que hace a los libros de en el artículo citado antes. Según Millán, los libros de texto no desaparecerán porque las teorías cognitivistas dicen que se aprende mejor sobre el papel. ¿Se ha aprendido siempre en las escuelas con libros de texto? ¿Han cambiado los libros de texto? En los libros electrónicos se puede subrayar, se puede «pasar página», se puede ampliar la letra… y se pueden llevar todos de todas las materias, más diccionarios, más atlas, más enciclopedias… en tan sólo 260 gramos. Creo que, poco a poco, cuando estos aparatos bajen de precio y el mercado español esté menos obsesionado por el posible pirateo análogo al cinemotográfico y musical, el futuro estará ahí. Y, además de los libros técnicos, la literatura gris y otras cosas, leeremos a Cervantes, a Shakespeare y a Proust en un Kindle por poco dinero, sin que esto signifique que el papel desaparezca de la faz de la tierra. ¿Por qué no?
Cada día mi hija arrastra una mochila al cole que en ocasiones puede pesar más de diez kilos. Por si fuera poco, en sus libros de texto he descubierto errores graves que no dignifican nada su existencia, la de los libros. Yo estoy a favor del aprendizaje y, para eso, no hay un soporte único ni indispensable. Bienvenido el libro electrónico y todo lo que procure una mejor transmisión del conocimiento. Por ahora, el saber ocupa lugar y pesa mucho.
Si y no, es evidente que el libro electrónico llega, pero… otro aparatejo más, no!, el futuro es esa idea, pero todo en uno, ordenador, teléfono móvil y lector de libros, (un iphone más completo, sino al tiempo) tú mismo lo has dicho, el gran futuro es la red… si el ordenador te permite todo!!!, y lo de los derechos de autor… en fin… eso no se soluciona tan fácil.
Seguro que serán maravillosos y utilísimos, pero a mí donde este el libro de toda la vida… Ya sólo como objeto me parecen preciosos, sobre todo si son de alguna edición minimamente cuidada. Ver cantidad de lomos alineados en una librería, algunos encima de otros, con un desorden premeditado me provoca una sensación muy similar de excitación a la del escaparate de Chapero.