Escribo secretos desde un teclado. La vida da vueltas y vueltas, como la música en los antiguos discos de vinilo. Al compás de la música, salen poco a poco las palabras. El vacío se llena de notas, acordes de un estado de ánimo. La vida da tantas vueltas que, al final, se nos queda en los vómitos de las esquinas, en los retortijones acompañados de muecas, estertores de la muerte. Escribo desde los secretos de las letras, esas que tienen la virtud de componer nuestro mundo. Qué difícil es escribir lo que no se desea leído, qué difícil es escribir lo que se piensa. Las oraciones son la ametralladora de las repercusiones. Qué complicado resulta discriminar, en la era cibernética, lo que hay que escribir, lo que hay que leer y lo que hay que abandonar. Hoy escribo desde los secretos mejor guardados de mi corazón para no decir nada. El lenguaje es tan jodidamente bueno que es capaz de produdir frases cojonudamente nuevas, pero eso no quiere decir que esté todo ya dicho. A nosotros sólo nos falta escuchar la música, entender sus arpegios y su letra… y permanecer callados.
(Entrada compuesta al son de «You don’t know me», de Ray Charles e ilustrada por David Lanham.)
Buenas tardes:
Cuando escribimos nos retratamos. Es el precio que hay que pagar.
Si nos importa nada lo que piensen de nosotros, y podemos permitirnos ese lujo, seremos sinceros. Si no, llevaremos puesta una máscara según la ocasión. Aunque hay un riesgo: a la larga se nota, y cuando se lleva durante mucho tiempo, se puede prescindir de ella, pues la piel ha ido adquiriendo su forma.
Saludos.
P.D.: La canción, perfecta.
Como siempre, para no decir nada, lo dices extremadamente bien… Besotes, M.
Joder qué bien juntas las letras, Raúl.
Perdona, no podía callarme.
Si escribes secretos es que ya no estás en la cama con el gorila… me alegro (es un secreto) 🙂