Ayer por la mañana se me ocurrió escribir una entrada. No quiero decir -claro- que en otras veces las entradas no se me ocurran y se escriban solas, pero sí es cierto que hay otras muchas ocasiones en que se me ocurren después de estar sentado ante la pantalla y (casi-casi) con las manos enganchadas en las teclas. Y se me han ocurrido muchas cosas para contar, lo que pasa es que ya estaban contadas de manera más precisa y contrastada por Pedro Ojeda (su análisis sobre la Universidad española es encomiable y digno de mención). Por lo tanto, me voy a permitir el lujo de comentar las cuestiones más diversas con relativo orden y concierto.
Lo primero sería hacerse una pregunta: ¿qué pintan las Humanidades en el mundo contemporáneo? La respuesta inmediata que me viene a la mente es «Todo», lo cual -bien es cierto- es una manera de decir «Nada», máxime con que el no-sé-dónde firmante tiene un título en el que pone algo así como «Filosofía y Letras». Algunas veces he comentado a quien me ha querido escuchar que me parece bastante inútil establecer una oposición demasiado maniquea entre las Ciencias y Letras. Entre otras cosas, porque no sabría yo dónde poner la palabra Cultura sino a caballo entre las unas y las otras. Con el bagaje de ser durante ya demasiados años profesor de Filosofía, tengo el culo más pelado que un mono. Para los científicos, la Filosofía es una divagación generalista; para los «letristas», la Filosofía es una cosa más bien rara digna de aprenderse de memoria. Por si acaso.
Concibo la cultura y -como tal- las Humanidades como un estudio lo suficientemente específico como para apretar y lo medianamente amplio como para abarcar. Lejanos como estamos de ese conocimiento todo abarcado y abarcable por un solo hombre (si ello fue alguna vez posible, cosa que dudo), quizá nunca hemos estado más cerca. Desde la Enciclopedia francesa, como colofón de los más de mil y un intentos serios de abarcar el saber, nunca hemos estado más cerca del conocimiento generalista y especializado. Lo cual, como he dicho antes, también nos hace estar ubicados a muchos en el deseo relajado de no interesarnos por conocimiento alguno. Tenemos a golpe de clic la explicación visualizada de algún confín de la galaxia con el mismo detalle que el vientre de un insecto, aunque hay escandalosas lagunas en toda esta Red que no logra atrapar todos los peces. ¿De quién es la culpa? Ahí es donde entramos nosotros.
La Red supone -en su concepción de Red 2.0– un conocimiento y relación colaborativa. Los juglares, malabaristas, cómicos y saltimbamquis; los trovadores, ilusionistas, concertistas y dramaturgos; los articulistas, (v-f-w)blogueros, periodistas y novelistas; los tenistas, atletas, baloncestistas y gimnastas; los técno-mercaderos, los empresarios, los mayoristas y libreros; … tienen aquí y ahora asido por el mando de la tecnología toda la sartén con el aceite hirviendo. Sólo queda echarle el huevo frito. Y -claro-, hacen falta gallos, gallinas, partos fallidos y cotidianos y frutos de todo ello.
Los encargados de difundir y enseñar cultura -los profesores, pero ahora también todos los ciudadanos- tenemos que asumir ese papel de forma activa. La Red tiene herramientas maravillosas que ahora están infrautilizadas. No se aprovechan bien los recursos. Por poner un paralelismo bastante gráfico, hagamos memoria de cómo eran antes los catálogos de las bibliotecas. Mis lectores más jovenzuelos no darán crédito si les decimos que se manejaban fichas ajadas, que había que «saber buscar» (y encontrar) la información, que lo más nuevo que había eran los periódicos y el BOE. Nada de novedades, nada de multimedia, nada de películas (los soportes no existían o no lo permitían)… Ahora las bibliotecas -las buenas y las malas- son centros con los fondos localizables (al menos en la pantalla) y el acceso a la información es más rápido. Y más barato. Mientras tanto, en las aulas los profesores hemos optado por varias posibilidades. Una, desempolvar cada año los mismos apuntes y leérselos a los alumnos. Dos, haber cogido esos apuntes desempolvados para pasarlos a un ordenador, imprimirlos y pasarlos a la fotocopista. Tres, haber cogido esos apuntes desempolvados, realizar unas rudimentarias transparencias y cascarlas en una proyección en clase. Cuatro, haber cogido esos apuntes desempolvados y sus correspondientes transparencias y haber hecho el esfuerzo modernizador de hacer un bonito PowerPoint y volvérselo a cascar a los alumnos como si nada. Creemos que estas cuatro soluciones son diferentes, pero son iguales en esencia. Ahora el conocimiento es tan accesible y tan rápido que cualquier avispado tiene a dos pantallas información tan actualizada como la que nosotros manejamos. El mundo de las Humanidades -creo- ha de adaptarse a los nuevos tiempos de manera radical, lo cual no significa renunciar a los grandes momentos que la enseñanza magistral tiene. Me gusta ese concepto etimológico de la enseñanza como pedagogía, que viene a tener a un enseñante-tutor casi junto a nuestros pies (pero no esclavizado, pero no servil, pero no ninguneado, pero no menospreciado) y manejar las herramientas que tenemos a nuestro alcance.
Creo firmemente en la Cultura -si es que existe- y en las Humanidades -si es que no las hemos matado. La supervivencia, en mayor o menor medida, depende de nosotros, de nuestra participación en un mundo que debemos explicar. El conocimiento, como biblioteca, está ahí. Las estanterías están puestas. Pongámonos el traje de faena y llenemos los estantes. Entre todos. Ya.
(Y lo siento. Me he marcado un Rollo 1.0)
Ardan los de Ciencias… Fríos y calculadores, les adiestran para dominar el mundo a golpe de formula y bits…
Saludos
Buena reflexión, estoy de acuerdo contigo como lo estoy con Pedro, pero tal vez sea algo más optimista en cuanto a que la Cultura va a tener mejor futuro sólo por contar con mejores medios, más rápidos y universales para que se propague. La cuestión radica en la base, cómo se forma culturalmente a los niños y los jóvenes, cómo se inocula ese estímulo que provoca el placer en el descubrimiento y la consumación del hecho cultural. Ahí hay lagunas muy importantes que están afectando a toda una generación de futuros adultos ávidos de cultura, a quienes les va a costar no conformarse con lo más primario, víctimas de un plan consumista que etiquetará esa cultura en función de lo rentable y lo "conveniente".
Es cierto, la información, los datos, los estudios, los graficos, los apuntes,los tratados, los manuales… todo esta ahí al alcance de la mano. De cualquier mano. Pero sigue siendo imprescindible el Guía que motive y ayude a uno a buscar, a escoger, a leer y a entender tanto en las ciencias como en las letras.
te falta una última opción, la más importante, sacar esos apuntes desempolvados y antes de hacer virguerías con ellos, ACTUALIZARLOS en sus contenidos, ampliando la información.
Las Humanidades son imprescindibles. Necesitamos personas que equilibren la balanza de las titulaciones inclinadas a engrosar la cuenta.
Me has tocado la fibra sensible con la filosofía: imaginación y compasión por el mundo que a cada uno le toca vivir…
De rollo nada. Muy, muy interesante este post. Las humanidades SIEMPRE serán necesarias espero de todo corazón que no las borren del mapa… eso sería un crimen. Besotes, M.
Un buen análisis. La supervivencia de los estudios humanísticos son una prueba básica para saber el estado de salud mental de una sociedad. No sé yo qué tal andamos en la nuestra.