El narrador de esta historia cree que ya es hora de que diga algo. Aunque duda mucho de que este sea el momento justo, exacto. Cree estar demasiado influido por la teoría de la ficción y no cree que esto pueda tomarse al uso de un Cervantes, un Borges o un Nabokov. Ni quiere. El narrador no querría tampoco que este fuese un excurso sobre el acto de escribir ficciones, al que ha dedicado tantas horas de estudio. Total, para nada. Al narrador le han preguntado, desde una lectura individual, qué coño quiere contar y él ha dicho que no sabe. Pero el narrador se cree en la obligación moral -aunque sólo sea para sí- de explicar(se) ,que lo importante no es lo que quiere contar -ahora ya sabe que cuenta con ser denostado por los lectores ávidos de aventuras- sino para qué. El narrador no sabe qué es lo que quiere contar, pero sabe que en la vida no hay intermediarios: todos somos actores de nuestra propia historia. El narrador piensa que ahí está la explicación de la magia del teatro, mediación en lo que mediar es imposible. El narrador sabe que, llegados a este punto, ya no le quedarán lectores. De hecho, también otro lector le ha preguntado qué coño pintan los Fragmentos para una teoría del caos en Verba volant, si son una parte, o el que cuenta es el mismo o qué. El narrador no ha contestado a esta pregunta y sus subdivisiones, porque tampoco lo sabe. Bastante tiene con no entender su propia historia. Sólo sabe que algo tienen en común. Pero no todo. El autor del narrador le ha dicho que ahora lee más y eso le viene mal, porque significa muchas cosas. Y todas malas. Por ejemplo, que las ideas se le mezclan. Y que antes no escribía. Pero el narrador piensa que no puede contar la historia que cuenta la historia de un escritor que no escribía y que luego se pone a ello, porque esa es una historia ya escrita, y encima redactada por uno de los mejores. El narrador sí sabe que escribe porque algo le duele y él quiera que sus heridas le escuezan a sus personajes. Es un acto de malvada transferencia, lo sabe. Pero le da por el culo. Lisa y llanamente. El narrador se ha puesto a escribir esto antes de descojonarse de risa. Un día, su alter ego en el blog escribió sobre que si era hombre lobo y eso, y resulta que le mandan un comentario sobre un producto farmacéutico para tratar la hipertricosis lanuginosa. Luego lo ha pensado mejor y ha pensado que esto es el triunfo de la ficción. Que un día va a poner a parir a alguien y ese alguien va y se enfada. Pone morritos y dice ya no te ajunto (el narrador, como lee ahora más, piensa que si Auster pone los diálogos así, pues él va y lo hace. A ver si va a ser él -el narrador- menos). Una lectora le decía al narrador que tendría que perfilar a los personajes de estos Fragmentos. El narrador ha dicho que él espere que se perfilen ellos solitos, que para eso son mayores. Y otra lectora ha dicho que así, con todo revuelto, ella no se entera. Yo le he pedido paciencia. Que todo se andará. Y asegura que las historias de estos personajes van a ser tan verdaderas como su vida misma. O tanto como la enfermedad del hombre lobo. El narrador dice saber que le han escrito que a ver qué tal estás, y eso. Incluso un majadero le ha escrito un mensaje lleno de recovecos haciendo de mediador para felicitar las fiestas, como si las fiestas necesitaran intermediarios. El majadero no sabe que Verba volant ya es una fiesta. Porque aquí estamos tristes cuando queremos. No sabemos por qué, pero sabemos el para qué. El narrador no sábe quién dice esto, pero le han dicho que lo diga. Aunque al narrador no le gusta que le añadan cosas a lo que él dice que escribe. Sin ir más lejos, una vez escribió una cosa contando un suceso y a alguien le dio por añadir un párrafo para ponerse él como regalo. Pero al narrador le han advertido ya que la vida es así, sólo que él no lo sabía. Ha recibido otro mensaje de un amigo al que él tiene un aprecio infinito -esos que están siempre, aunque se vean poco- y le ha dicho: en estas situaciones, no tomes decisiones drásticas. El narrador se siente confortado con su corazón, pero no con el mundo. Y le ha dado por matar a alguien. Pero él, en el fondo, no es muy violento, aunque lo parezca. Los hombres lobo estarán todos protegidos, así que por matarlos igual te quitan seis puntos, así que, vist0 lo visto, matará a un personaje. Cuando le pregunten para qué, dirá que no lo sabe. Cuando le pregunten por qué dirá: se me ha salido de los cojones. Y punto.
(Imagen de ricdliqqle)
(Puedes ir leyendo la secuencia de Fragmentos para una teoría del caos de forma ordenada pinchando aquí)
jajaja, y digo yo… si un escritor tuviera en cuenta la sensibilidad, idiosincrasia, afinidad de cada habitante de este planeta, seguro que no podría anotar ni una palabra de bienvenida, por si ofende a los que no se les dedica el libro.
A mi me mola el hombre lobo, (bueno como estoy leyendo al revés todos los fragmentos y demás…), no estaría demás que apareciera el peludo, se zampara a un personaje y luego se afeita el cuerpo entero porque es metrosexual…
y al que no le guste, que cambie de canal..
El caminante deja su abrazo, y no le importa si en VERBA VOLANT han decidido estar tristes o contentos. Bueno, sí le importa pero le gusta hacerse el duro 😉
Me ha gustado este cuento de navidad… FELIZ NOCHEBUENA. Besotes llenos de la "alegría" y la "felicidad" que nos toca lidiar en esta época de turrones y polvorones, M.
En estos casos, lo mejor que puede hacer el narrador es matar a un secundario. Si los lectores lo reclaman, siempre puede recuperarlo diciendo que no se había muerto del todo.
Y seguir adelante: es lo malo del personaje narrador, que es el único que no puede apearse de la narración.
Por otro lado, los majaderos abundan. Un buen narrador los sabe convertir en personajes de guiñol.