Esto no es un blogólogo interior, pero casi. Y me ha salido porque sí. Llego a casa cabreado, por lo de casi siempre. Sólo. Solo. Y he escuchado una canción: «Sur le fil», de Yann Tiersen. Y he pensado que me hubiese gustado tomarme una cerveza. Abrir la lata como la espita de un explosivo. Y beber hasta que el líquido resbalase por mis mejillas hasta llegar a mis clavículas. No bebiendo por beber, sin dejar gota, sino bebiendo a mansalva por olvidar los episodios de mi vida. He escuchado una canción, decía. Y me he acordado del puto contraste de vivir en el filo, palabra amiga cuando es prefijo. Me he acordado del puto contraste -decía- con los bonitas presentaciones adjuntas. Del PowerPoint ese. La fotografía de un amanecer y una frase de Tagore. La linda cara de un niño y una sentencia de Coehllo (no pienso mirar cómo se escribe). Una gran cascada (de las de agua) y un proverbio chino. Una niña con un perro y su madre (la de la niña y la del perro, en igualdad de condiciones). La primera vez, he escuchado la versión del piano, que seguro que encontráis en el yutube si sois listos, y luego la más desgarrada al violín, porque es en directo. Y he pensado escribir sin repasar, tal y como hacía mi padre, que en esto (y muchas otras cosas) era sabio. Del corazón a la cabeza, pasando por el teclado, la pantalla sin nadie que lo enmiende. He pensado lo agradable que tiene que ser ver a un ser humano rendido, sin ánimo para respirar si no es a borbotones, sin testigos inocentes que no juzguen, ni valoren, ni sentencien. Seguro que es bonito escribir una frase bonita. Iba a poner una, pero no se me ocurre. Seguro que es lindo apreciar los matices sonoros de las palabras y los matices coloristas de los sonidos. Sin quererlo, he pensado en mis censores, atentos para que las palabras no vuelen como los langostinos por estas fechas. Luego el piano me ha perseguido con Schubert, una improvisación no improvisada. Como la vida. Y he pensado en descorchar una botella de vino del apellido familiar para que el tapón suene con estruendo. Y arrastrar las gotas de vino sobre la copa como hacen mis pies sobre el asfalto. Llegan unas bonitas fechas, de frases armoniosas. Seguro que un día de estos recibo un cibermensaje. Seguro. Y seguro que lo abro. Veré un amanecer, la sonrisa de un niño, unos árboles y cuatro perros. Os voy a enseñar yo lo que es la vida. Lo juro por mis muertos
He faltado a mi palabra: he borrado una frase.
Hoy, sin foto.
hace mucho que no abro los power points me cargan y aburren, claro que al hacer eso, me tachan de anti social, pero.. ¿qué me importa?
Genial tu escrito, como siempre. En estas fechas es todo tan empalagoso… Reconozco que mis besotes tambien pero ahí van de todas formas. Besotes navideños, M.
Este año están llegando muchísimas más felicitaciones electrónicas a nuestra redacción, se ve que la gente ha descubierto que sale mucho más barato, porque las felicitaciones en papel se van reduciendo. Algunas, tanto en un soporte como en otro, son imaginativas o tienen gracia, otras sin embargo son más de lo mismo, topicazos y empalagos de tono predominantemente cursi.
No necesitas repasar lo que escribes, lo bordas igualmente. De verdad habría que pedir firmas contra los power points horteras, que proliferan en estas fechas, pero es un mal necesario. En cuanto a lo de la cerveza o el vino, yo me decantaría por lo segundo. Hay borracheras que son autenticas catarsis y te reparan más que doce horas de sueño seguidas. Es una de las mejores formas de adquirir algo de optimismo (inducido, eso si).