Estás en medio de un valle, entre un manto abultado de nieve que dificulta tu avance hacia la colina. Ante ti se extiende todo un cúmulo de centímetros cúbicos no explorados, nunca pisados, nunca invadidos. La ventisca, por unos momentos, te ha dificultado tanto la visión que te encuentras desorientado. De nada valen ya las tomas de referencia, en un ir y venir por la espiral del sinsentido. Te encuentras perdido en el quicio de ninguna parte, con un extraño silencio roto ahora por un viento leve que apenas levanta la nieve en la fricción con tu calzado. Te detienes a tomar conciencia de ti mismo y a respirar, a tomar aliento sin dar un paso. Levantas la vista hacia un cielo plano y analizas tus remotas posibilidades de llegar. Todo se torna sosiego, la paz de encontrar el escarpado desfiladero por el que buscar la salida, la paz de la muerte que sepultará tu cuerpo ahora, aquí mismo, en este preciso instante. Cuando parece que atisbas un camino, un lobo -por un momento, has creído que podía ser un perro, pero es imposible en estas latitudes- se pone a aullar. Nadie sabe que son momentos en los que conviene mantener el silencio. El lobo no sabe que tú también tienes ganas de gritar, unas ganas inmensas de exhalar tu desesperación y tu miedo para compartirlos con el aire. El lobo debería de saber lo que es mejor para todos. Un aullido más, y la nieve de la montaña nos caerá a todos encima.
el lobo ha olfateado el miedo y atacará a su presa aunque muera sepultado
*tuviera (malditos teclados y maldita costumbre de no revisar)
Los lobos, lo que tienen son cojones. Aúllan a la luna, Que tenga cojones de bajar. Aúllan a la nieve, que tenga cojones de bajar. Aullaban en roma, desde las ventanas, a quien tubiera cojones de subir.
Si hay que morir, mejor peleando que perdido y hambriento. Así son los lobos.
Otra cosa es que nosotros no pensemos igual. Y que su búsqueda de honor no tenga nada que ver con nosotros. Pero bueno. No tengo miedo, dicen que la luna se aleja cada día un poco más de la tierra.
¡Cómo te entiendo! Hoy me he sentido igual pero con lluvia y viento que me echaban para atrás, sin poder avanzar. Se me rompió el paraguas, me calé hasta los huesos, no veía el horizonte… ¡Qué angustia! Besotes, M.